Manuela Infante, después del verbo y el cuerpo
Ayer, la directora y dramaturga de 36 años recibió el premio José Nuez Martín por en la UC. Desde el viernes, en tanto, repondrá su última obra, en Matucana 100, donde los objetos son los protagonistas.
NO ES que los actores y el texto hayan dejado de importar, pero ya no lo son todo. Podrían ser reemplazados por sombreros, lámparas o una pila de sillas sobre el escenario, mientras haya algo por decir. Esta debe ser una de las tantas ideas que orbitan la mente de Manuela Infante (1980), la dramaturga y directora que ayer, pasado el mediodía, subió al podio del auditorio de la Facultad de Le- tras de la UC para recibir el Premio de Literatura José Nuez Martín 2016 en la mención mejor obra publicada o estrenada, por Xuárez.
Presentada el año pasado en el GAM, la obra coescrita junto a Luis Barrales y protagonizada por Claudia Celedón y Patricia Rivadeneira, recrea los días previos a que la española Inés de Suárez decapitara a siete caciques, cuando tuvo que decidir qué hacer para defender Santiago, en ausencia de su amante, Pedro de Valdivia. “El jurado eligió esta obra por su creativo lenguaje escénico dado a una nueva interpretación de un momento fundacional de nuestra historia, el de las relaciones entre Inés de Suárez y Pedro de Valdivia. Emplea con eficacia teatral una investigación histórica y plástica acerca de las dos versiones del cuadro La fundación de Santiago, de Pedro Lira. La obra es representativa del estilo de dirección que ha desarrollado Manuela Infante y que la distingue entre los dramaturgos y directores actuales”, se lee en el acta del jurado, constituido por el gerente de la Fundación José Nuez Martín, Gonzalo Cortés; el decano de la Facultad de Letras UC, Mario Lillo, y los académicos Cristián Opazo, Agustín Letelier y Carles Tebé.
Infante lo supo tres semanas atrás, cuando recibió un llamado de Lillo. “Me sorprendí mucho y hasta pensé que podía tratarse de un error. Incluso tuve que dar explicaciones, como que la obra había sido escrita junto al Lucho (Barrales) y que yo la había dirigido, porque yo entendía que el premio era estrictamente literario. El insistió en que aquí se había premiado la creación de Xuárez como una pieza teatral en sí misma, ‘la arquitectura teatral’, como le llamamos algunos, y entonces entendí que el premio era uno de los pocos renovados y que entienden que el teatro ya no solo se construye bajo ciertos parámetros, como autor y director, cuerpo y texto. Ni siquiera otras instituciones han entendido esto, partiendo por el Consejo de la Cultura, así que me sentí muy honrada de sumarme a la lista de ganadores”, cuenta la líder de la compañía Teatro de Chile, autora de Prat (2001) y Juana (2004), y uno de los nombres más prolíficos de la escena teatral chilena del nuevo siglo.
El premio, dotado de 200 UF ($5.250.272) y que distingue, alternadamente, novelas y obras teatrales, recayó por primera vez en un dramaturgo en 1994, cuando Jorge Díaz lo obtuvo por El guante de hierro. Le siguieron, entre otros, Diamela Eltit, Marco Antonio de la Parra, Juan Radrigán, Gonzalo Contreras, Egon Wolff, Hernán Rivera Letelier, Benjamín Galemiri, La Troppa, Jorge Edwards, Ramón Griffero, Guillermo Calderón, Roberto Brodsky, Francisco Sánchez y Tryo Teatro Banda, Arturo Fontaine y Luis Barrales. Los últimos galardonados, en 2014 y 2015, respectivamente, fueron Nona Fernández por su obra El Taller,y Francisco Ovando por la novela Casa volada. La recién premiada Xuárez, en tanto, volverá al GAM entre el 25 de enero y 4 de febrero.
“Valoro el gesto de premiar a figuras ambiguas como la mía, cada vez más libres de rótulos y quienes estamos sobre la delgada línea entre la dramaturgia y dirección, y que a fin de cuentas somos creadores”, agrega Infante, quien por estos días afina los últimos detalles del guion de Evasión, la cinta de Cristián Jiménez que retratará la fuga de 49 presos políticos desde la Cárcel Pública de Santiago, en 1990, mientras hace algunas semanas trabaja en un nuevo texto, que estará en la Semana de Programadores de Santiago a Mil. “Lo estamos desarrollando en una residencia en el Nave, y hasta el momento se titula Aparato radical. Es un unipersonal protagonizado por Marcela Salinas, y en él vuelvo a desarrollar y exponer teorías filosóficas, en este caso la inteligencia vegetal que los humanos y animales obviamos casi por completo”, cuenta.
El viernes, y junto a Teatro de Chile, Manuela Infante volverá a las tablas con Realismo, su última obra, en Matucana 100. Protagonizada por Héctor Morales, Cristián Carvajal, Rodrigo Pérez, Ariel Hermosilla y Marcela Salinas, la puesta en escena que ya tuvo cinco funciones en el CA660 a mediados de año, vuelve a experimentar escénicamente, esta vez sobre las ideas de la naciente corriente filosófica del realismo especulativo.
“Hay una historia de fondo que cruza toda la obra, sí, la de cuatro generaciones de una misma familia que no asume el cambio del orden establecido, pero lo argumentativo o anecdótico no es lo principal. Aquí jugamos a creer que el teatro puede ser más que solo personajes y texto, y a revalorar los objetos que ponemos sobre el escenario más que por el solo afán de llenarlo”, opina. “Tiendo a pensar en un teatro post-antropocentrista, uno que dé más formas de experimentar y hacer como que los humanos no estamos al centro ni detrás de lo que creamos, como si se tratara de algo que parece ser real, y que sin embargo no lo es”.b