La Tercera

Futuro de los programas

- María de los Ángeles Fernández

EL PROGRAMA constituye un eslabón más en una campaña electoral. Sin embargo, la NM le asignó un protagonis­mo inédito como referencia aglutinado­ra para la acción del gobierno, aunque con menos éxito para movilizar a sus adherentes. La disminució­n del apoyo a las reformas ha revelado que la adhesión por parte de algunos de los miembros de la coalición estaba gatillada, más por la oportunida­d de una rápida recuperaci­ón del poder en torno a una figura ganadora como la actual Presidenta, que por un corpus compartido de ideas. Como reacción, algunos de los aspirantes a La Moneda se han apresurado en señalar la necesidad de invertir los términos, recalcando la importanci­a de las ideas por sobre las personas. Pero los aprontes presidenci­ales van en dirección contraria. Pese a que todos los partidos se encuentran preparando comisiones y debates programáti­cos, las dinámicas, volcadas en aspectos procedimen­tales como las primarias, no ocultan la ansiedad por tener primero el candidato ganador que permita el ordenamien­to coaliciona­l posterior.

La historia reciente revela, no solo la importanci­a de los programas, sino también la forma en que son elaborados. Los últimos gobiernos se han visto asaltados por demandas que no supieron atisbar a tiempo como el primer mandato de Bachelet, con los pingüinos y el de ahora, con las pensiones, mientras el gobierno de Piñera ni en pesadillas imaginó los embates del movimiento estudianti­l. Sin embargo, los comandos se siguen organizand­o como si nada hubiera cambiado por lo que no debiera sorprender­nos la reedición de grupos, tipo Tantauco u Océanos Azules, aunque con otros nombres.

Al final del día, la dificultad para elabo- rar programas que sintonicen con el sentir de las personas es reveladora de otra mayor: la de los partidos para articular y agregar demandas. Es más, en un contexto donde el 65% de abstención en las recientes elecciones municipale­s parece indicar que la desafecció­n hacia la política está lejos de remitir, la dimensión programáti­ca pasa a ser crítica para avanzar hacia un mayor compromiso de los representa­ntes con sus electores. De ahí la importanci­a que algunos le asignan al voto programáti­co, visto como una alternativ­a para mejorar la calidad de la “promesa electoral”. Así lo ha sostenido en este mismo espacio la exsenadora Soledad Alvear quien postula su contribuci­ón para estrechar la relación entre los ciudadanos y sus representa­ntes así como la posterior rendición de cuentas. También lo asocia con una medida que, como la revocatori­a de mandato, causaría vértigo en más de un parlamenta­rio. Alternativ­as como ésta, pero también otras pendientes de imaginar, quizás puedan lidiar mejor con una ciudadanía difícilmen­te contenida en ese lugar común en que la sitúan los discursos en su condición de empoderada y que, cambiante y volátil, muestra signos de disociació­n. ¿Cómo entender, si no, que se reclame más participac­ión y que, creados los canales, se los ignore? No por nada, Nicolas Berggruen y Nathan Gardels, autores del libro Gobernanza inteligent­e para el siglo XXI, dijeron de nuestra democracia que era una de demanda por “gratificac­ión instantáne­a”. La dificultad para elaborar programas que sintonicen con las personas es reveladora de otra mayor: la de los partidos para articular demandas.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile