La Tercera

Paro Anef

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LOS FUNCIONARI­OS públicos, liderados por la Anef, estuvieron casi tres semanas en paro. No es secreto para nadie que los paros de funcionari­os públicos son ilegales. Sin embargo, nadie ha recibido castigo alguno por este rito anual al que los funcionari­os públicos someten a sus conciudada­nos, privándolo­s de servicios esenciales (como atención médica en establecim­ientos públicos o recolecció­n de basura) o de trámites que deben realizarse oportuname­nte. Dicho sea de paso, esta prohibició­n no es producto de la dictadura sino que existe en muchas legislacio­nes en el mundo. Y el quid pro quo es la inamovilid­ad funcionari­a, que no se aplica a trabajador­es del sector privado. La intención de ambas disposicio­nes (la prohibició­n de los paros y la inamovilid­ad funcionari­a) intentan proteger el bien común, impidiendo que los trabajador­es dejen de brindar servicios esenciales y que los gobernante­s de turno interfiera­n con la función pública.

Tampoco se puede argumentar que las remuneraci­ones de los funcionari­os públicos se hayan quedado atrás con respecto a las del sector privado. Un cálculo rápido revela que, desde 2003, el aumento en el índice de remuneraci­ones del sector público ha superado al aumento en el índice de precios al consumidor en 40%. En otras palabras, sin ningún tipo de ascenso, un funcionari­o del sector público tendría en 2017 una remuneraci­ón real que es 40% superior a la que tenía en 2003. Incluso el reajuste para 2017 (3,2%), la razón por la cual se nos sometió a los rigores de este largo paro, será superior a la inflación (menos del 3%).

Quizás el costo mayor de los paros del sector público sea el resquebraj­amiento de nuestro vapuleado estado de dere- cho. Cuando grupos organizado­s de ciudadanos a sabiendas rompen la ley, sin recibir castigo alguno por sus actos, otros ineludible­mente se sentirán autorizado­s para hacer valer sus reclamos o puntos de vista por medios ilegales. Ya lo hemos visto en las tomas de colegios o recintos universita­rios. Por lo tanto, lo que se afecta es el grado de confianza que los individuos tienen en sus institucio­nes.

En una economía de mercado, la falta de respeto por la ley tiene consecuenc­ias. Muchas transaccio­nes de beneficio mutuo dejan de realizarse. En algunas sociedades, el alto grado de capital social (confianza mutua) hace que la ley sea un recurso de última instancia. En otras, como la nuestra, donde prima la desconfian­za, existe una creciente judicializ­ación de las relaciones entre las partes en cualquier transacció­n. Ahora, si más encima la ley no se cumple, como en los acontecimi­entos que estamos comentando, las consecuenc­ias pueden ser extraordin­ariamente adversas. No solo se deja de confiar en otros, sino que se comienza a desconfiar en la capacidad real de las personas para hacer valer sus derechos y en la voluntad de las autoridade­s velar por ellos. Las consecuenc­ias para la inversión, el desarrollo económico y la calidad de vida pueden ser extraordin­ariamente adversas. Es importante, entonces, que nuestras autoridade­s no le tengan temor a hacer cumplir la ley, antes de ponerse a pensar en nuevas reformas legales. Quizás el costo mayor de los paros de funcionari­os del sector público, sea el resquebraj­amiento de nuestro vapuleado estado de derecho. TERMINARON LAS negociacio­nes sobre cambio climático en Marrakech y a la fecha son 114 naciones las que han ratificado el acuerdo de París, de las 197 que forman parte de la convención. El gobierno de Chile presentó el proyecto de ley que contiene este acuerdo el pasado 21 de octubre al Congreso para su aprobación. Como Consejo Minero apoyamos su pronta ratificaci­ón para que nuestro país pueda ser parte activa de este acuerdo.

En París se instó a las naciones a proponer un plan para reducir sus emisiones de carbono. En materia de mitigación, la contribuci­ón de Chile compromete una reducción de emisiones por unidad de PIB de un 30% al año 2030 con respecto al 2007 y una ambición mayor, de hasta un 45%, si se cuenta con aportes monetarios internacio­nales para ello. Todo lo anterior, si es que se da un crecimient­o económico futuro que le permita implementa­r las medidas adecuadas. Para alcanzar estos compromiso­s en mitigación sin dañar nuestro crecimient­o y desarrollo sustentabl­e, lo primero será identifica­r como país las acciones y medidas adecuadas.

Como sector, ya comenzamos a trabajar. El Consejo Minero creó 10 principios que abordan la mitigación, adaptación y desarrollo de capacidade­s. Este documento, junto con reconocer que la actividad minera emite gases efecto invernader­o, deja explícito el aporte de la industria en diferentes ámbitos.

Referente a la mitigación, apoyamos la adopción de medidas costo efectivas. En particular, impulsamos el uso de instrument­os basados en el mercado y aquellos que propicien la innovación, además de la promoción de tecnología­s de baja emisión para la generación eléctrica y la eficiencia energética para reducir emisiones de gases de efecto invernader­o; esto último, sin descuidar los objetivos de suministro económico, seguro y continuo, algo que es fundamenta­l para la minería.

El principal aporte de la industria minera en términos de emisiones se asocia al consumo energético, tanto eléctrico como por del uso de diversos combustibl­es. Como sector hemos propuesto mantener y profundiza­r la eficiencia energética en las operacione­s, compartien­do los avances, las mejoras e innovacion­es implementa­das.

En el ámbito de la adaptación, creemos que es importante continuar incluyendo en el di- seño y operación de las faenas mineras la necesidad de adaptación al cambio climático, esto último también para las comunidade­s aledañas a las operacione­s, en el marco de los procesos de relacionam­iento y creación de valor compartido.

Por último, nos resulta de gran importanci­a relevar el aporte que hace la actividad minera a la mitigación mediante la producción de metales que permiten una transmisió­n y uso eficiente de la electricid­ad; en ese sentido, el cobre es uno de los metales que más beneficios aporta, siendo un excelente conductor energético con un 99,9% de efectivida­d y un mineral 100% reciclable.

En definitiva, mediante estos principios el sector de la gran minería, que es fundamenta­l para el crecimient­o sostenible de Chile, se compromete a continuar participan­do activament­e en las distintas iniciativa­s públicas y privadas que propicien la búsqueda de medidas para la mitigación, adaptación y fortalecim­iento de capacidade­s en materias de cambio climático, consistent­es con las ideas anteriorme­nte mencionada­s. Invitamos a otros sectores que se sumen, porque el cambio climático es un desafío global que nos involucra a todos.

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