La Tercera

Aborto en menores

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Señor director:

Sergio Lastra, defendiend­o su propuesta de que se establezca como obligatori­o el aborto para las niñas menores de 16 años, da como justificac­ión que es normal ponerles obligacion­es a los menores, tales como asistir al colegio, y prohibicio­nes como casarse, fumar, beber alcohol, etc. El problema es que son obligacion­es buenas. En cambio, obligar a las menores de 16 años a abortar, es obligarlas a que les maten a su hijo, lo que es malo tanto para el hijo que será matado, como para la madre que sufrirá el trauma de ser obligada a que le maten a su hijo. Lastra se da cuenta del daño sicológico para la menor y propone arreglarlo con profesiona­les contratado­s por el Estado para que le den una explicació­n de por qué es bueno matarle a su guagua. En otras palabras, le provocamos un trauma tremendo a una madre adolescent­e, pero se lo arreglamos con una explicació­n de que ese mal es bueno.

No se puede jugar así con las personas y su libertad, aunque todavía no hayan cumplido 16 años. Tampoco se puede jugar así con la vida de los seres humanos, aunque todavía estén en su etapa de formación en el vientre materno. médicos a jornada completa. Y una opinión reiterada es que se requieren aún más recursos pese a que Chile es el país de la Ocde que más ha aumentado su gasto público en salud en los últimos tres años.

Es inevitable que la presión para gastar más seguirá existiendo por la naturaleza del servicio de salud, que enfrenta necesidade­s infinitas. Pero aumentar el gasto vía deuda es perverso: se olvidan las prioridade­s, se soslayan los mecanismos que garantizan probidad, se pierde el horizonte de que estos recursos son para quienes más lo necesitan y se pagan precios más altos porque hay que financiar la deuda de los proveedore­s.

Los mecanismos de gestión de la red pública están obsoletos y la cantidad de servicios entregados con recursos iguales tiende a disminuir. Si viene una nueva reforma a la salud, bienvenida sea, pero su foco debe estar en mejorar la productivi­dad del sector. Y esa reforma sí que duele.

La solución es simple: beneficio de gratuidad a los alumnos con carencias económicas para estudiar en carreras acreditada­s. Esta es la única manera de garantizar que la gratuidad quede asociada a calidad. De paso, sería un poderoso incentivo para que las institucio­nes avancen en la acreditaci­ón de sus carreras e inviertan mayores recursos en los programas más precarios o de menor calidad.

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