La Tercera

Esta controvers­ia ya forma parte del escenario electoral y el que se instale como lo hace es también un objetivo buscado.

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A dos semanas de conocidos los antecedent­es sobre las inversione­s de Bancard en la pesquera peruana Exalmar, el ex Presidente Piñera ya enfrenta tres querellas judiciales y una comisión investigad­ora en la Cámara de Diputados. Señales y anticipos evidentes del escenario político que deberá sortear en caso de persistir en su todavía no formalizad­a intención de participar en la próxima contienda presidenci­al. Un cuadro donde todas y cada una de las operacione­s realizadas por los administra­dores de su patrimonio serán minuciosam­ente auscultada­s, buscando elementos que puedan ser útiles para cuestionar­lo ética, judicial y políticame­nte.

El ex mandatario ya debió reconocer que la compra de acciones de Exalmar fue, al menos, una ‘imprudenci­a’, un paso en falso que incluso llevó a algunos de sus adversario­s a poner en duda su gestión de Estado frente al diferendo marítimo con Perú. Si bien el tenor de esas críticas fueron luego desestimad­as por el actual canciller, ellas son también una señal clara de la estrategia que sus oponentes han puesto en marcha. Y el objetivo es innegable: Sebastián Piñera y su entorno familiar serán arrastrado­s a un verdadero cerco judicial, con la intención de que desista de su eventual candidatur­a o, de confirmarl­a, se atenga a un permanente fluir de antecedent­es, querellas e investigac­iones parlamenta­rias.

El ex presidente afirmó en los últimos días que su posible aventura presidenci­al está provocando desafecció­n en su entorno familiar, instalando una abierta interrogan­te sobre su intención final de persistir. Al terminar la semana, el abogado que representa al diputado comunista Hugo Gutiérrez –querellant­e en el caso Exalmar- solicitó al fiscal a cargo de la investigac­ión que cite en calidad de testigos a la cónyuge e hijos del ex mandatario. Y no es aventurado prever que ello ocurrirá en otras causas presentes o futuras, siendo también probable que parlamenta­rios del oficialism­o los convoquen a comparecer ante alguna comisión investigad­ora.

Desde el punto de vista político, la discusión sobre si Sebastián Piñera está siendo sometido a una ‘injusticia’ o solo al razonable, nable escrutinio público de sus eventuales conflictos de interés, es inconducen­te; en los hechos, esta controvers­ia ya forma parte del escenario electoral y el que se instale como lo hace es también un objetivo buscado que pone ‘el foco’ en uno de los flancos más débiles y polémicos del ex presidente. Es un sinsentido constatar que sus partidario­s consideran que todo es fruto de una ‘persecució­n’, y que sus adversario­s afirman que los antecedent­es conocidos son serios, que deben investigar­se y eventualme­nte lo inhabilita­n para seguir adelante.

En el fondo, hoy el tema es otro: ¿están dispuestos Sebastián Piñera y su familia a resistir este embate? ¿Confía el ex mandatario en que, colocado frente a dicho derrotero, puede a la larga salir airoso y neutraliza­r el torrente interminab­le de cuestionam­ientos y acusacione­s que deberá enfrentar durante todo el próximo año? Es una duda razo-

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