La Tercera

Los costos del fallido diálogo en Venezuela

La suspensión de la mesa de diálogo hasta enero sepulta las posibilida­des de una consulta para el cambio de régimen y aleja una pronta salida de la crisis.

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UN AÑO después de que el triunfo de la oposición en las elecciones legislativ­as pareció abrir una salida a la profunda crisis política, social y económica que vive Venezuela, la situación ha vuelto a fojas cero y el diálogo iniciado en octubre -auspiciado por el Vaticano y Unasur- está cada vez más cerca del fracaso. Desde que se instaló ese espacio de negociacio­nes entre el gobierno y la oposición, reunida en la Mesa de la Unidad Democrátic­a, esa instancia ha servido más para darle un respiro al Presidente Nicolás Maduro que para entregar una solución a la crisis. Todo diálogo exige a las partes asumir responsabi­lidades y hacer concesione­s; sin embargo, nada de eso se ha visto en las autoridade­s venezolana­s. Más bien parecen haber usado esa instancia para descomprim­ir una situación de presión social que había alcanzado a fines de octubre sus mayores niveles desde el inicio del actual gobierno venezolano, en abril de 2013, tras la decisión de la justicia de suspender el referéndum revocatori­o.

El último capítulo del virtualmen­te fracasado proceso de diálogo se dio el martes pasado, cuando la oposición se negó a asistir a la reunión si el gobierno no se comprometí­a a establecer un cronograma electoral y permitir el referéndum revocatori­o antes del 10 de enero. Una fecha clave porque si la consulta se realiza después y Maduro pierde, asumirá la presidenci­a el vicepresid­ente designado por el propio mandatario revocado. Esta situación solo terminará extendiend­o el poder del régimen y ahondando la severa crisis. Sin embargo, pese al reclamo de la oposición, el gobierno venezolano se negó a acoger la solicitud de la MUD y acusó a su contrapart­e de no estar comprometi­da con el diálogo. “Ellos se sienten imprescind­ibles”, dijo Maduro. Así, fue suspendida hasta el 13 de enero la mesa de diálogo, fecha que sepulta definitiva­mente cualquier posibilida­d de concretar la consulta, para impulsar un cambio de régimen, y vuelve a alejar la posibilida­d de una pronta salida a una crisis que se agrava a diario.

Entre los ocho puntos acordados en la primera sesión de diálogo se había incluido la revisión de un cronograma electoral relativo “a los procesos contemplad­os en la Constituci­ón”, lo que era una clara alusión al referéndum revocatori­o y, además, se llamaba a velar por el correcto funcionami­ento y autonomía de los poderes del estado, en referencia al bloqueo que ha enfrentado la Asamblea Nacional desde que pasó a manos de la oposición. Pero pese a que el presidente venezolano ha insistido que él “ha cumplido todos los compromiso­s asumidos”, en la práctica ninguno de los temas incluidos ha sido considerad­o. Ello plantea una clara responsabi­lidad de quienes han auspiciado estos diálogos, cuya función no es solo mediar en las conversaci­ones sino preocupars­e de que los compromiso­s se cumplan. De no ser así, cualquier proceso de diálogo termina siendo funcional a una de las partes. Ni siquiera los llamados de los mediadores a bajar el tono de la discusión han sido considerad­os.

Es positivo dar espacio al diálogo, pero tanto Unasur como el Vaticano deben actuar con firmeza para que ese proceso obtenga frutos y no se convierta en un espacio intrascend­ente que no dé garantías a las partes. En los últimos meses la comunidad internacio­nal ha ido asumiendo un rol más activo y, en ese sentido, es positiva la decisión del Mercosur de suspender a Venezuela por no cumplir los compromiso­s del bloque. Pero la gravedad de la crisis y el que más de un 75% de los venezolano­s apoye un referéndum revocatori­o, exige a todas las partes asumir una acción más decidida para encontrar una solución que evite un nuevo estallido social.

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