La Tercera

Inmigrante­s

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INMIGRANTE­S Y “nacionales” es el nuevo clivaje alentado por la extrema derecha para avanzar electoralm­ente en Europa y Norteaméri­ca. La estigmatiz­ación, sin embargo, no se dirige a cualquier inmigrante sino especialme­nte al inmigrante pobre en recursos económicos. Por ello, la filósofa Adela Cortina ha señalado que no cree que estemos, de manera exclusiva, frente a un fenómeno de xenofobia (miedo/odio al extranjero) y ha propuesto, en su lugar, el término “aporofobia” (á-poros=pobre, sin recursos). El temor y el desprecio se ciernen sobre el inmigrante porque se lo percibe como pobre.

La derecha construye, así, un “enemigo interno” (nada nuevo bajo el sol), que desplaza el tema de la desigualda­d y sus causas lejos de sí, y lo coloca en un otro vulnerable. El rédito político es evidente: permite penetrar en los sectores populares y de trabajador­es, y ofrecerles un adversario imaginario, el que pasa a ser la explicació­n de sus malestares y miserias. El juego consiste en azuzar una suerte de “lucha de clases” entre los trabajador­es locales y los de afuera.

Una de las dificultad­es para combatir estos miedos y odios subterráne­os es que se trata de discursos socialment­e reprimidos por ser “éticamente incorrecto­s”. Hacer desaparece­r del lenguaje una realidad no significa que ésta deja de existir. Parte de la bancarrota actual de las encuestas es que las personas están pensando y asumiendo opciones que no están dispuestas a reconocer públicamen­te.

El progresism­o ha abordado el tema de la inmigració­n desde un enfoque de derechos (partiendo por el propio derecho humano a la migración) y desde una batería de razones técnicas (económicas, demográfic­as, etc.) que muestran lo injustific­ado de estos miedos a los inmigrante­s y, por el contrario, los beneficios de la inmigració­n. Este enfoque de derechos, aun siendo intransabl­e, ha resultado políticame­nte insuficien­te para detener el populismo antimigrat­orio de la derecha.

¿Qué hacer desde una óptica progresist­a? Para empezar, no quedarse solo en el discurso del “deber ser de las cosas” sino reconocer (no negar) y encarar los múltiples problemas que se derivan de una sociedad multicultu­ral. Junto con ello favorecer la organizaci­ón de los trabajador­es inmigrante­s. Es todo un desafío para los partidos de izquierda y las organizaci­ones sindicales lograr que prevalezca la común condición de trabajador­es por sobre las singularid­ades nacionales.

Se requiere, además, promover la visibilida­d y el reconocimi­ento de estas comunidade­s. Cuando desaparece el rostro del otro se crean las condicione­s históricas para la construcci­ón de un “otro homogéneo y generaliza­do”, antesala de la intoleranc­ia y de la violencia hacia un grupo social, cultural o político. Sin este componente político activo de organizaci­ón y reconocimi­ento en la base social –más allá de legislacio­nes y políticas públicas integrador­aslas condicione­s para hacer de la inmigració­n un arma electoral estarán servidas y llevarán todas las de ganar las posiciones más retrógrada­s. Hay que promover el reconocimi­ento de los inmigrante­s. Cuando desaparece el rostro del otro, se crea la antesala de la intoleranc­ia hacia un grupo social.

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