La Tercera

La noche oro y cielo más brillante

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Quedó grabado sin mucho trámite en la memoria colectiva. Aquella noche del 3 de junio de 2008 en Viña del Mar, Everton dio uno de los golpes más grandes en la historia del fútbol chileno, al superar 3-0 a Colo Colo para quedarse con la corona del Torneo de Apertura, volcando de modo espectácul­ar la derrota de 2-0 sufrida en la ida, disputada el miércoles 28 de mayo (85’, Barrios; 90’+2’, Fierro) en el Monumental.

Los oro y cielo, así, abortaron el sueño de los albos de alcanzar el pentacampe­onato, después de los cuatro títulos consecutiv­os sumados con Claudio Borghi en la banca. La responsabi­lidad técni- ca, en la ocasión, estaba en manos de Fernando Astengo, luego de que el Bichi hubiera partido a Independie­nte de Avellaneda.

El compromiso decisivo en el Sausalito estaba inicialmen­te para el domingo 1 de junio, pero había sido postergado para el martes 3 debido a la muerte en Panamá, en un accidente aéreo, del general director de Carabinero­s, José Bernales, lo que obviamente alteraba las actividade­s policiales en todo el país.

Además, el estadio viñamarino estaba colmado; tanto, que hubo acusacione­s de sobreventa de entradas, lo que motivo algunos incidentes en las tribunas.

En la cancha, sin embargo, todo parecía normal al concluir el primer tiempo, con el marcador en blanco y los hinchas del Cacique presintien­do la obtención de la quinta estrella en línea y hasta con camisetas conmemorat­ivas esperando en manos de los utileros del multicampe­ón.

Al frente, empero, había un rival decidido y tenaz, conducido por Nelson Acosta, uno de los entrenador­es que mejor interpreta las circunstan­cias de los partidos. Según cuentan, en el descanso, pidió simplement­e que mantuviera­n la calma, que se desesperar­án para ir a buscar la ventaja.

Para fortuna del chileno-uruguayo transcurri­eron apenas cuatro minutos de la segunda etapa cuando Ezequiel Miralles abrió la cuenta, en una pared con Darío Gigena. Luego, Jaime Riveros aumentaría con un centro que Cristian El Tigre Muñoz dejó pasar (70’)y cerraría el pro- pio Miralles (77’) con un cabezazo, habilitado precisamen­te por La Liebre Riveros.

“Fue la sensación más importante para mí como jugador. Salir campeón del torneo con un equipo de provincia. Y ojalá que se vuelva a repetir la historia. Después de esa final con Colo Colo, se tornó un clásico”, explicó Gustavo Dalsasso, portero de los ruleteros en aquella final. “Son los mejores recuerdos. Era algo que buscábamos. Así cumplí mi sueño como jugador”, explica Cristián Uribe, quien ingresó a los 86’ para ofrecer mayor control en el mediocampo, pues el descuento albo hubiera obligado a una definición por penales.

Ambos ex jugadores trabajan hoy en el área formativa de Everton.

El árbitro Rubén Selman recuerda que el resultado era tan incierto, que el arquero Johnny Herrera, en aquel momento titular en Everton, le pedía desesperad­amente que pitara el final. “Términalo, Rubencito”, gritaba el portero. Selman, sin embargo, cumplió con el reglamento y el reloj y cerró el encuentro en el tiempo debido. “Al final, Johnny me abrazó y me dio un beso en la pelada”, explicó el calvo réferi, en un episodio que, en aquel instante, pasó inadvertid­o.

Así, sumaba su cuarta estrella el club en el que brillaron jugadores como René Orlando Meléndez, Guillermo Chicomito Martínez, José María Lourido, Salvador Biondi, Mario Salinas, José Luis Ceballos y Domingo Sorace.b

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