ESPACIOABIERTO Una pureza peligrosa
MÁS importante del debate político que aflora con el año 2017 no debieran ser cuestiones de procedimiento en el ordenamiento interno de los partidos políticos, pues no tienen primera prioridad en las preocupaciones de la ciudadanía, y que, además, han sido zanjadas. Pienso en la discusión acerca de la conveniencia de realizar primarias o, por el contrario, de desplegar la competencia sin cuartel de todos contra todos en una primera vuelta. O en la disputa acerca de una o varias listas parlamentarias, que las elecciones municipales despacharon de un tris sin posibilidad de réplica: los votos hablan más claro que mil encuestas.
Debe imponerse la racionalidad política para sintonizar bien la frecuencia y eliminar interferencias como ésta de que la Democracia Cristiana rompe con la centroizquierda. Quienes la propugnan están equivocados.
Se equivocan incluso aquellos que deseando reeditar una alianza con la derecha, proponen que la Democracia Cristiana levante un candidato presidencial y una lista parlamentaria al margen de la centroizquierda.
Primero, porque no hay espacio para la DC en la derecha, no lo ha habido para Evópoli, Amplitud ni Ciudadanos que son centroderecha y esto sería la sepultura de la opción nacional y popular que encarna la falange. Segundo, porque no hay ninguna regla de tres que explique cómo un eventual candidato DC conseguirá más votos por fuera que dentro de una primaria de la centroizquierda. Tercero, porque todas las sumas y restas del sistema d’Hondt indican que la DC elige la mayor cantidad de diputados y senadores en un pacto de centroizquierda que si lo hiciera sola. En esto debería oírse a los actuales parlamentarios y futuros candidatos.
Y lo más crucial: la DC traicionaría su identidad histórica si se abandonara a la pureza peligrosa del camino propio, y no fuera capaz de comprometerse con un gobierno de mayoría. Ningún partido por sí solo asegura la mayoría necesaria para gobernar y para darle proyección y sustentabilidad a sus realizaciones. Así lo confirman los momentos más difíciles de nuestra trayectoria política. Antes bien, se precisa formar coalición para ganar el gobierno y para contar, al mismo tiempo, con el respaldo del Parlamento.
El lugar de la DC está en una coalición comprometida con las necesidades y esperanzas de los más pobres y vulnerables. Una que resuelva, entre otros, los problemas de salud, vivienda, educación, seguridad, empleo y previsión de la gran mayoría. Problemas y soluciones que, además, puedan abordarse en el curso de cuatro años. Una alianza que asegure la adhesión disciplinada en el Ejecutivo y en el Parlamento al programa de gobierno, pero donde el programa como la ejecución del mismo, no generen fricciones que paralicen la acción concertada.
¿Cómo debería construirse esta coalición? Debemos fijar un procedimiento común para concordar y ratificar el programa de gobierno, que nosotros pensamos podría ser una convención programática con un número de representantes de cada colectividad y de los independientes. Debemos asimismo emplear el mecanismo institucionalizado de primarias para seleccionar al candidato o candidata que concite la adhesión mayoritaria del conglomerado. Y, por último, debemos pactar una oferta parlamentaria que asegure el mejor rendimiento electoral para elegir el mayor número de diputados y senadores por partido y por pacto.