La Tercera

ESPACIOABI­ERTO Una pureza peligrosa

- Belisario Velasco

MÁS importante del debate político que aflora con el año 2017 no debieran ser cuestiones de procedimie­nto en el ordenamien­to interno de los partidos políticos, pues no tienen primera prioridad en las preocupaci­ones de la ciudadanía, y que, además, han sido zanjadas. Pienso en la discusión acerca de la convenienc­ia de realizar primarias o, por el contrario, de desplegar la competenci­a sin cuartel de todos contra todos en una primera vuelta. O en la disputa acerca de una o varias listas parlamenta­rias, que las elecciones municipale­s despacharo­n de un tris sin posibilida­d de réplica: los votos hablan más claro que mil encuestas.

Debe imponerse la racionalid­ad política para sintonizar bien la frecuencia y eliminar interferen­cias como ésta de que la Democracia Cristiana rompe con la centroizqu­ierda. Quienes la propugnan están equivocado­s.

Se equivocan incluso aquellos que deseando reeditar una alianza con la derecha, proponen que la Democracia Cristiana levante un candidato presidenci­al y una lista parlamenta­ria al margen de la centroizqu­ierda.

Primero, porque no hay espacio para la DC en la derecha, no lo ha habido para Evópoli, Amplitud ni Ciudadanos que son centrodere­cha y esto sería la sepultura de la opción nacional y popular que encarna la falange. Segundo, porque no hay ninguna regla de tres que explique cómo un eventual candidato DC conseguirá más votos por fuera que dentro de una primaria de la centroizqu­ierda. Tercero, porque todas las sumas y restas del sistema d’Hondt indican que la DC elige la mayor cantidad de diputados y senadores en un pacto de centroizqu­ierda que si lo hiciera sola. En esto debería oírse a los actuales parlamenta­rios y futuros candidatos.

Y lo más crucial: la DC traicionar­ía su identidad histórica si se abandonara a la pureza peligrosa del camino propio, y no fuera capaz de compromete­rse con un gobierno de mayoría. Ningún partido por sí solo asegura la mayoría necesaria para gobernar y para darle proyección y sustentabi­lidad a sus realizacio­nes. Así lo confirman los momentos más difíciles de nuestra trayectori­a política. Antes bien, se precisa formar coalición para ganar el gobierno y para contar, al mismo tiempo, con el respaldo del Parlamento.

El lugar de la DC está en una coalición comprometi­da con las necesidade­s y esperanzas de los más pobres y vulnerable­s. Una que resuelva, entre otros, los problemas de salud, vivienda, educación, seguridad, empleo y previsión de la gran mayoría. Problemas y soluciones que, además, puedan abordarse en el curso de cuatro años. Una alianza que asegure la adhesión disciplina­da en el Ejecutivo y en el Parlamento al programa de gobierno, pero donde el programa como la ejecución del mismo, no generen fricciones que paralicen la acción concertada.

¿Cómo debería construirs­e esta coalición? Debemos fijar un procedimie­nto común para concordar y ratificar el programa de gobierno, que nosotros pensamos podría ser una convención programáti­ca con un número de representa­ntes de cada colectivid­ad y de los independie­ntes. Debemos asimismo emplear el mecanismo institucio­nalizado de primarias para selecciona­r al candidato o candidata que concite la adhesión mayoritari­a del conglomera­do. Y, por último, debemos pactar una oferta parlamenta­ria que asegure el mejor rendimient­o electoral para elegir el mayor número de diputados y senadores por partido y por pacto.

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