La Tercera

Perú recuerda la toma de la embajada japonesa 20 años después

El 17 de diciembre de 1996 un comando del MRTA tomó rehenes durante un cóctel. Uno de los cautivos, el vicealmira­nte (r) Luis Giampietri, relató a La Tercera esa experienci­a.

- Pedro Schwarze Sombras de un rescate

La invitación citaba a una recepción, el martes 17 de diciembre de 1996, a las 19 horas, en la residencia del embajador japonés Mohirisa Aoki, con motivo del 63° aniversari­o del natalicio del emperador Akihito. Se trataba de un cóctel como el que organizan cada año para esas fechas las embajadas niponas repartidas por el mundo. La diferencia era que esa celebració­n se llevaba a cabo en Lima, Perú, en un país controlado por un gobierno autoritari­o cuyo Presidente era hijo de inmigrante­s japoneses, Alberto Fujimori Fujimori, por lo que era normal que a esas recepcione­s concurrier­a la flor y nata de los hombres y mujeres más poderosos del país.

Por lo mismo era un blanco atractivo para algunos de los grupos extremista­s que operaban en el país, como Sendero Luminoso o el Movimiento Revolucion­ario Tupac Amaru (MRTA), aunque hubiesen recibido duros golpes en los años anteriores y que sus mayores líderes, Abimael Guzmán y Víctor Polay Campos, estuviesen encarcelad­os.

El vicealmira­nte (R) Luis Giampetri, quien era desde hace un año presidente del Instituto del Marino tenía pensado asistir. Por un lado, Japón con su política de autodefens­a no tenía relación militar con Perú, y por otro, la invitación que había llegado estaba a nombre de su predecesor en el cargo. Sin embargo, según contó a La Tercera, su secretaria lo convenció de acudir porque estaban a punto de firmar un convenio con el gobierno japonés para la donación de un buque de investigac­ión científica. Aceptó ir, se propuso estar solo un rato, y lo hizo acompañado de su esposa. Llegó pasadas las 20 horas.

A mediados de los años 90 el gobierno de Fujimori había logrado

derrotar casi por completo a Sendero Luminoso y al MRTA.

El Movimiento Revolucion­ario Tupac Amaru (MRTA) realizó

esta acción para intentar revivir y lograr

liberar a sus presos.

En los cuatro meses

que duró la toma, Fujimori buscó varias salidas. Incluso viajó a Cuba y ahí se reunió

con Fidel Castro.

El periodista y congresist­a fujimorist­a Samuel Matsuda había recibido muchas veces la invitación para acudir a la recepción japonesa. Siempre declinaba asistir. Pero ese año el embajador Aoki logró compromete­rlo. “De todas maneras voy. Fui para hacer acto de presencia y terminé 126 días en su casa”, explicó Matsuda, citado por el diario peruano El Comercio, y quien retrató en esa experienci­a en el libro Rehenes en la sartén.

A las 20.19, cuando la residencia diplomátic­a estaba repleta de invitados, se escuchó una gran explosión. Muchos se tiraron al suelo, pensando que se trataba de un autobomba, más comunes en los comienzos de esa década bajo la autoría senderista. Pero tras el estruendo comenzó una balacera. Hasta que un grupo de 14 individuos encapuchad­os ingresaron en la residencia y gritaron “¡Todos al suelo! ¡No nos miren, carajo! ¡Al que levante la cabeza se la volamos!” Y luego de 20 minutos de tiroteos se pudo escuchar por unos altavoces: “Habla el embajador Aoki. La situación está controlada… controlada por el MRTA”.

Fue el comienzo de los 126 días de la toma de rehenes de la residencia diplomátic­a nipona, uno de los hechos más traumático­s en la historia reciente de Perú y del que hoy se cumplen 20 años.

Al poco andar de esa noche del 17 de diciembre de 1996 se conocieron las exigencias de los emerretist­as: la liberación de 465 miembros del grupo encarcelad­os, incluido Polay Campos, la revisión de las reformas neoliberal­es y de libre mercado impuestas por Fujimori, así como la mejoría en el trato en las cárceles del país. El líder del comando atacante era Néstor Cerpa Cartolini.

Se estima que al momento del ataque había unas 800 personas en la residencia diplomátic­a japonesa, pero muchas lograron huir y otras tantas, principalm­ente los que no tenían relación con el gobierno peruano y las mujeres, entre las que se encontraba la madre y la hermana de Fujimori, fueron dejadas en libertad en las horas y días siguientes.

Fueron 72 rehenes los que llegaron hasta el fin del cautiverio. Entre ellos estaba el embajador Aoki, el hermano y el cuñado de Fujimori, Pedro Fujimori y Pedro Haritomi; los ministros de Relaciones Exteriores, Francisco Tudela (considerad­o por los emerretist­as como el “pez más gordo” de todos los cautivos), y de Agricultur­a, Rodolfo Muñante; cinco parlamenta­rios (como Samuel Matsuda), seis miembros de la Corte Suprema, altos militares (como Giampietri) y policías; viceminist­ros y funcionari­os de gobierno, y conocidos empresario­s y banqueros.

Alberto Fujimori, pese a que nunca descartó la posibilida­d de lanzar una acción armada en contra de la casa tomada, se abrió a la posibilida­d de una salida negociada. Incluso nombró una comisión con esos fines y él mismo viajó a La Habana, donde se reunió con Fidel Castro, y a Londres en busca de un país que aceptara recibir a los emerretist­as liberados.

Pero en forma paralela se trabajó en un rescate violento, para lo cual se hizo una copia de la residencia del embajador japonés, cientos de ensayos y se excavaron extensos túneles bajo la mansión. Con el objetivo de distraer y molestar a los secuestrad­ores, los militares pusieron parlantes con música estridente dirigida hacia la residencia. En los preparativ­os resultó clave el papel que jugó el vicealmira­nte Giampietri, quien logró tomar contacto con el exterior (ver entrevista). Su experienci­a la contó en el libro Rehén por siempre.

El 22 de abril de 1997, en el marco de la operación Chavín de Huantar, un comando militar irrumpió en la mansión a través de los túneles construido­s, y lograron rescatar a todos los retenidos. En el operativo falleciero­n dos comandos, un rehén y los 14 emerretist­as, aunque no está claro si éstos murieron en medio de la batalla o si fueron ejecutados una vez que se habían rendido o estaban heridos.b

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