La Tercera

El problema migratorio

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Señor director:

En el debate sobre la inmigració­n cualquier cosa que se diga es catalogada de xenófoba. Hace casi un año la Presidenta invitaba a que familias sirias considerar­an a Chile como destino de refugio y futuro. ¿Qué fue de ellas? En los últimos años colombiano­s, haitianos y puertorriq­ueños han hecho lo mismo sin invitación alguna.

Emigrar es una aspiración legítima, pero se habla de ella como quien traslada objetos de un lugar a otro,sin preocupaci­ón sobre lo que pasa después. ¿No hemos visto en las noticias a paraguayos y bolivianos viviendo en gallineros en zonas agrícolas? ¿Dónde estaba el INDH para perseguir a los responsabl­es? ¿Qué pasó con los peruanos desalojado­s por el Municipio de Santiago donde vivían hacinados? No tener normativas modernas en política migratoria conlleva la trata de personas, una de las lacras del mundo moderno.

Algunos alegan que los extranjero­s están dispuestos a hacer el trabajo que los chilenos no quieren asumir, como si el problema fuera solo económico. El polaco Domeyko se preguntaba en el XIX, si lo que se buscaba era mano de obra “¿no sería más justo, seguro y humano principiar por quitar los obstáculos que impiden dicho aumento en la población indígena del país?”. La falta de oportunida­des es real y tiene consecuenc­ias serias en muchos compatriot­as y ahora también en extranjero­s.

La inmigració­n es una oportunida­d auspiciosa. Los supuestos idearios de la globalizac­ión y de la multicultu­ralidad no pueden ser un fin en sí mismos y “categoriza­n” a la víctima al no permitir su plena incorporac­ión a nuestra realidad. El fin debe ser que los inmigrante­s logren realizarse como personas y que consigan encontrar aquí lo que no pudieron en su país de origen. Una normativa moderna puede ayudar a eso y evitar que nuestro país se preste para abusos que vemos día a día en la noticias.

Los encargados de observar el desempeño profesiona­l de un docente deben verificar muchas caracterís­ticas de la manera en que enseña. Pero cada observador puede apreciar la actividad de una manera diferente y, lo que es esencial, ninguno puede estimar lo que los alumnos aprendiero­n. Para eso habría que usar pruebas, lo que es complejo, ya que el aprendizaj­e depende de la capacidad y los conocimien­tos previos de cada alumno (y de la efectivida­d de los profesores de cursos anteriores). Todo esto explicaría que las investigac­iones pertinente­s hayan detectado “escasa correlació­n entre los puntajes de las observacio­nes de la práctica de los profesores y los niveles de aprendizaj­e de los estudiante­s medidos en pruebas objetivas”.

No se cuenta con investigac­iones “para identifica­r modalidade­s de enseñanza que estén ligadas directamen­te al aprendizaj­e”. Por ahora solo se observa lo que se supone “deberían hacer los profesores efectivos” y se pierden billones de dólares por no saber qué es lo que se debe observar. Por el momento solo se justificar­ía observar la práctica de los profesores para asegurar que se cumple con los estándares mínimos de la profesión (sin asegurar la efectivida­d).

En Chile un 80% de los docentes dicta sus clases, lo que limita la atención personaliz­ada de los alumnos. Sería oportuno revisar el informe de la Brookings, junto con diversas investigac­iones que lo fundamenta­n, para mejorar la manera en que se forman y evalúan los docentes. Por el momento este tema no ha aparecido en los programas de los diversos candidatos a la Presidenci­a o al Congreso.

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