La causa más noble
ES BUENO que los jóvenes lo sepan: en los años de Pinochet, nuestro país fue el escenario de una gesta cívica sin parangón. Eso fue la defensa de los derechos humanos, vulnerados sistemáticamente por la dictadura, lo que se expresó en un movimiento muy amplio, sostenido por las reservas de humanismo que la catástrofe de 1973 no logró hacer desaparecer. Esa gesta permitió resistir la criminalización del Estado y salvar muchas vidas. ¿Por qué entonces, si existían aquellas reservas, perdimos la democracia? Porque en el período 70-73 se impusieron las furias sectarias, y ello generó una dinámica autodestructiva, marcada por el odio y el miedo. Y porque ante la crisis desatada, los líderes de ese tiempo no fueron capaces de pactar un acuerdo que salvara las instituciones.
La sociedad chilena em- pezó a reivindicarse a sí misma a través de los esfuerzos por detener la arbitrariedad y el crimen. En ello, desempeñó un papel sobresaliente la Iglesia Católica que, con el cardenal Raúl Silva Henríquez a la cabeza, alzó su voz en defensa de las víctimas de la inclemencia. Fueron muchos los hombres y mujeres que, corriendo muchos riesgos, participaron en las tareas de presentar recursos de amparo, denunciar la tortura, ayudar a las familias de los presos, reclamar incesantemente por el destino de los desaparecidos, etc. Se trata de los abogados, sacerdotes, médicos, asistentes sociales, monjas y demás colaboradores de la Vicaría de la Solidaridad y las otras entidades de apoyo a los perseguidos. Fue sin duda una epopeya, que contribuyó decisivamente a la regeneración moral del país y a la recuperación de las libertades.
Un representante de esa lucha admirable es el abogado José Zalaquett, quien acaba de dictar, por razones de salud, su última clase en la Escuela de Derecho de la U. de Chile. Por defender a los presos políticos, él mismo fue recluido en la prisión de Tres Álamos en 1975. Fue expulsado del país en 1976 y se convirtió en una voz respetada en el campo de los DD.HH., al punto de ser nombrado presidente de Amnesty International. Cuando el Presidente Aylwin formó la Comisión de Verdad y Reconciliación en 1990, allí estuvo Zalaquett por supuesto. Muchos alumnos suyos han dado testimonio de su integridad y su rigor intelectual. Entre las distinciones que ha recibido está la condecoración Héroe de la Paz, de la Universidad Alberto Hurtado. Eso lo dice todo: un héroe de la paz.
Ha sido sanador para Chile que se haya hecho justicia en muchos casos de violación de los DD.HH. Ello es parte del aprendizaje que hemos hecho como comunidad. Con todo, lo esencial es impedir que se repitan las circunstancias políticas, sociales y económicas que provocaron el derrumbe del Estado de Derecho hace 43 años. Y algo más: la causa de los DD.HH. no puede ser asociada ni con crueldad ni con venganza. A los militares y policías condenados que padecen enfermedades irrecuperables o tienen edad avanzada, se les debe permitir que dejen la prisión para que, en la última etapa de su vida, estén junto a sus familiares. A los militares y policías condenados con enfermedades irrecuperables, se les debe permitir que en su última etapa de vida estén con su familia.