Inspectores municipales
Señor director:
Un alcalde anunció la necesidad de capacitar a los inspectores municipales en el uso de gas pimienta y electrochoque, para neutralizar a personas sorprendidas en delitos flagrantes. ¿Será más conveniente tomar esta ocurrencia como una acción demagoga y olvidarla, o asignarle preocupación y ver en ella una solapada intención de reeditar a las policías municipales, extinguidas en 1927 por haber caído en una generalizada corrupción, convertidas en guardias al servicio político de los alcaldes?
Me aterra que una nueva versión de las expolicías municipales llegue a la comisión de delitos como, por ejemplo, el cometido en septiembre de 2015 por policías municipales de Iguala (Estado de Guerrero, México). Allí, según la justicia de ese país, la desaparición de 43 estudiantes fue producto de una orden del exacalde a dicha policía para evitar que los jóvenes protestaran contra su esposa, quien iniciaba una carrera política.
Volviendo a Chile, ¿por qué los inspectores municipales debieran usar gas y electrochoque cuando ni siquiera la policía los usa? ¿Por qué no utilizar a los guardias municipales conforme al objetivo que les fijó la ley? Lo que sucede en el fracaso del anuncio de que “a los delincuentes se les acabaría la fiesta”, es que los gobiernos no han desarrollado una acción contundente para conectar de forma permanente a todos los actores del Estado que intervienen antes, durante y después del delito, y hacerlo con una perseverancia irreductible. se había tomado la decisión de derrocarlo. ¿Hay que recordar las conversaciones entre Nixon y Kissinger?
¿Venganza? Son delitos de lesa humanidad investigados en juicios seguidos conforme al debido proceso, que han condenado a personas que actuaron con perversión y maldad inexcusables, sea lo que sea que crean que había ocurrido entre 1964 y 1973 (período en el que no hay torturados, muertos ni desaparecidos). Lo que hicieron no lo hace un ser humano con un mínimo sentido de moral y bondad.
Lo terrible es que se quiera pedir perdón solo para obtener beneficios y no por darse cuenta del horror de las propias acciones, y de lo terrible que es seguir culpando a otros de cobardes violaciones a los derechos humanos de las que solo son responsables quienes mataron, electrocutaron, violaron, torturaron, desaparecieron o lanzaron al mar a personas indefensas.