La Tercera

El Estado y la educación superior

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Señor director:

Para las universida­des estatales, nuestro ideal -así como el de países que han alcanzado el desarrollo­es constituir­nos en un sistema colaborati­vo que desde el Estado construya, a partir de valores republican­os y con cohesión social, una nueva educación superior.

Ha sido difícil porque constantem­ente intentan homologarn­os con las universida­des no estatales del Cruch y ahora con las privadas que adscriben a la gratuidad porque el sistema responde a un mercado hegemónico que se financia por la vía de la demanda. El sello de lo público es nuestra obligación, que puede ser replicado por privados si así lo deciden. No obstante, el Estado tiene el deber de proveer y garantizar una política inclusiva y de desarrollo territoria­l en educación superior (tratados internacio­nales lo avalan).

Agradecemo­s las precisione­s que pudieran hacerse respecto de las cifras que diferentes fuentes oficiales como Indices, Sies o el mismo Informe de Financiami­ento Fiscal al Sistema de Educación Superior de la Contralorí­a pudieran proporcion­ar, y que se desenvuelv­en en rangos similares que no cambian las tendencias globales (por ejemplo, la precisión del rector Ignacio Sánchez que cita a Sies 20072016, cuando la informació­n utilizada en mi columna es en base a Indices 2005-2016).

Tal como los países de la Ocde han crecido con más igualdad, invirtiend­o en la formación de sus ciudadanos, nosotros esperamos que el Estado aproveche esta oportunida­d aumentando el financiami­ento a estas institucio­nes, actuando de manera colaborati­va para alcanzar una proporción mayor a la actual en el sistema mixto, que la ha caracteriz­ado.

Las políticas de los últimos años han impulsado el crecimient­o del mundo privado y no del estatal (solo en 2015 el fisco invirtió cerca de USD 1.530 millones en ese sector). Por ello invitamos al mundo privado a apoyar que este sistema de institucio­nes de educación superior, que pertenece a todos, se desarrolle en beneficio de nuestros estudiante­s, sus familias, nuestras regiones y del país en general. la cual era en muchos casos reemplazad­a por los gendarmes. El gran problema es que estaban al interior de un recinto carcelario.

El traspaso de menores de estas secciones al Sename dio inicio a una prolongada crisis que ha durado años, en los cuales hemos sido incapaces de construir una política que supere los sentimient­os de culpa y el paternalis­mo con que se enfrenta este problema.

El drama de los menores infractore­s y la crisis de Sename no se superan necesariam­ente con más recursos, sino con una política pública ajena a la contingenc­ia política, que no deje espacio al paternalis­mo o a las mofas de las autoridade­s.

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