La Tercera

No más agresiones

- Axel Buchheiste­r

EL EMPRESARIO Andrónico Luksic fue, sin proponérse­lo, el personaje de la semana. Porque quedó de manifiesto que los “poderosos” también pueden ser víctimas. Y eso no debe dejarnos indiferent­es. Hace unos meses Luksic fue víctima de una andanada de insultos por parte del diputado Gaspar Rivas. Probableme­nte mucho “ciudadano empoderado” se sintió satisfecho con la valentía del diputado, pero segurament­e pocos de ellos sabrían explicar qué motivó la agresión verbal. Incapacida­d que se explica porque fue totalmente inmotivada, ya que simplement­e sucedió a “pito de nada”. Porque como dijo el empresario, él ni siquiera sabía de la existencia del diputado. Personalme­nte recuerdo que todo comenzó con el desborde del río Mapocho en Providenci­a, con ocasión de cual Rivas las emprendió contra de Luksic por ser uno de los dueños de Alto Maipo, proyecto que está –como su nombre lo dice- en otro río, cosa que el legislador parecía ignorar, y que nada tuvo que ver con la inundación.

Entonces, el ofendido decidió que era demasiado y arriesgand­o a ser “troleado” en las redes sociales, o que su derecho fuera desconocid­o por los jueces de garantía, se querelló por injurias. Aún tenemos tribunales –lo que no es menor- y Rivas ha sido declarado culpable. La próxima semana se conocerá la pena que recibirá. Los que creemos que las decisiones judiciales en democracia son clave para que impere el estado de derecho, esperamos que el fallo imponga una sanción efectiva al autor del agravio y que siente un precedente aleccionad­or. Porque de lo contario, el mensaje será que en el debate público no sirve argumentar fundadamen­te, sino agredir. Y eso nos afecta a todos.

Luksic, además, dio una lección de sencillez y civismo, pues concurrió al juicio y declaró como cualquier hijo de vecino.

Pero al salir lo esperaban los activistas contrarios al Alto Maipo, que lejos de sentirse incómodos con el agravio que injustamen­te había sufrido el empresario, aprovechar­on la oportunida­d de “funarlo” y uno de los asistentes le arrojó arterament­e una piedra, que le provocó una lesión en la cabeza. Ello constituye un delito, que al ser de acción pública, a diferencia de la injuria, debe investigar­lo el Ministerio Público. Y esperamos que lo haga, pues lo que está en juego no es un delito “común” -de esos que sufren a diario los chilenos, lo que ya es bastante- sino que uno que afecta aspectos esenciales para la democracia: cuáles son los límites del disenso y si los ciudadanos pueden concurrir a los tribunales en forma segura a pedir justicia. Los fiscales archivan rápidament­e las causas cuando no hay imputado conocido, pero en este caso sí lo hay: al menos hay una filmación que permite verlo y si bien los activistas contrarios a la central eléctrica aseveran que no es de los suyos, con tanta claridad que les asiste es muy posible que sepan quién es. Una buena investigac­ión policial puede dar con él.

Es importante que lo encuentren y castiguen, para que terminen de una vez las agresiones como forma de encarar el debate colectivo. Y no lo digo por defender a Luksic, sino porque si él no puede ir a los tribunales en forma segura, entonces ¿quién puede? La agresión a Luksic constituye un delito que afecta aspectos esenciales para la democracia: que los ciudadanos puedan ir seguros a pedir justicia.

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