Navidad y solidaridad
Señor director:
Feliz Navidad en la intimidad de los hogares, en las calles, en los hospitales, en las cárceles y donde quiera que se experimente dolor y soledad. Feliz Navidad porque ha nacido el Salvador. Feliz, porque no estamos abandonados a nuestra suerte. Feliz, porque en medio de la oscuridad de la noche resplandece la luz, una luz de esperanza, que alumbra a todo hombre y a toda mujer; la luz que guía el camino de nuestras familias.
Navidad es la memoria viviente del acontecimiento más grande de nuestra historia: la encarnación en el seno virginal de María del Hijo de Dios, y de su nacimiento en el humilde portal de Belén, pobre y humilde porque para el Hijo de Dios no había lugar. “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”, dice el Evangelio.
La Navidad es una lección de solidaridad. Jesús es el mensaje de solidaridad con la humanidad caída. Se hace uno con ella, la salva desde adentro asumiendo su misma condición. Desde el pesebre revela en qué consiste la acogida incondicional, el don de sí y el hacerse prójimo de todos; de los que sufren, los desesperanzados, los migrantes y de los que viven en el abandono. La Navidad es el tiempo propicio para despertar el compromiso con la solidaridad.
En Navidad contemplamos a Dios que se hace niño, que nace en la pobreza y que tiene que huir hacia Egipto perseguido por los poderosos Herodes de su época. María, José y los pastores son quienes lo cuidan con amor. Muchos niños, también hoy, claman que la sociedad y cada uno de nosotros seamos para ellos María, José y los pastores que acogen.
Frente a tantas tragedias y abandono que nos avergüenzan, levantemos la mirada y renovemos el compromiso de ser para ellos pro- motores de dignidad, custodios atentos de sus derechos y artífices de sus esperanzas.