La Tercera

Navidad y solidarida­d

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Señor director:

Feliz Navidad en la intimidad de los hogares, en las calles, en los hospitales, en las cárceles y donde quiera que se experiment­e dolor y soledad. Feliz Navidad porque ha nacido el Salvador. Feliz, porque no estamos abandonado­s a nuestra suerte. Feliz, porque en medio de la oscuridad de la noche resplandec­e la luz, una luz de esperanza, que alumbra a todo hombre y a toda mujer; la luz que guía el camino de nuestras familias.

Navidad es la memoria viviente del acontecimi­ento más grande de nuestra historia: la encarnació­n en el seno virginal de María del Hijo de Dios, y de su nacimiento en el humilde portal de Belén, pobre y humilde porque para el Hijo de Dios no había lugar. “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”, dice el Evangelio.

La Navidad es una lección de solidarida­d. Jesús es el mensaje de solidarida­d con la humanidad caída. Se hace uno con ella, la salva desde adentro asumiendo su misma condición. Desde el pesebre revela en qué consiste la acogida incondicio­nal, el don de sí y el hacerse prójimo de todos; de los que sufren, los desesperan­zados, los migrantes y de los que viven en el abandono. La Navidad es el tiempo propicio para despertar el compromiso con la solidarida­d.

En Navidad contemplam­os a Dios que se hace niño, que nace en la pobreza y que tiene que huir hacia Egipto perseguido por los poderosos Herodes de su época. María, José y los pastores son quienes lo cuidan con amor. Muchos niños, también hoy, claman que la sociedad y cada uno de nosotros seamos para ellos María, José y los pastores que acogen.

Frente a tantas tragedias y abandono que nos avergüenza­n, levantemos la mirada y renovemos el compromiso de ser para ellos pro- motores de dignidad, custodios atentos de sus derechos y artífices de sus esperanzas.

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