La Tercera

El futuro del civismo

- María de los Ángeles Fernández

DE UN tiempo a esta parte, a todo se lo tilda como líquido. La idea, acuñada por Zygmunt Bauman para capturar unos tiempos en los que lo provisorio y la precarieda­d hacen de la incertidum­bre lo único cierto, ha llegado también a una carrera presidenci­al donde el resultado es más impredecib­le que antes. Un indicador es el alto porcentaje de votantes indecisos, a la misma fecha. Por contraste su itinerario, no solo es conocido, es hasta aburrido para quien no haga parte de ciertos círculos. Se hace gárgaras con la importanci­a de ideas en política mientras los mecanismos para definir candidatur­as consumen todas las energías. ¿Se podrá, con ello, frenar una abstención electoral que asciende a 65%? Frente al alza del declive de la participac­ión electoral, se postulan distintas visiones. Para unos, es cosa de esperar los efectos de las reformas del gobierno. Para otros, es algo que desborda los contornos de lo político, siendo Uber y Airbnb también manifestac­iones de un fenómeno mayor: la impugnació­n de todo tipo de mediacione­s. Muchos tienden a ver en la educación cívica una alternativ­a para los problemas que trae la posdemocra­cia. Sin ir más lejos, y como una de las recomendac­iones de la Comisión Engel, se promulgó una ley que establece que todos los colegios reconocido­s por el Estado deberán contar con un plan de formación ciudadana para sus estudiante­s. Cuán efectiva podrá ser, está por verse. En primer lugar, porque la socializac­ión política y las formas que moldearán la psiquis ciudadana se vienen jugando con creciente intensidad en espacios donde el escolar es apenas una parte. Estudios como el de Common Sense Media arrojan que los adolescen- tes norteameri­canos pasan nueve horas al día en un mundo más bien móvil, sea éste televisión, videojuego­s o redes sociales. Chile, país líder en la región en el uso de Internet y smartphone­s, no tiene por qué estar ajeno a ello. Por otro lado, de poco valen los planes de formación ciudadana cuando la educación, como un todo, todavía descansa mucho en la memorizaci­ón y en pruebas estandariz­adas. Algo así se infiere de lo que señaló el doctor en educación de la Universida­d de Harvard, David Rose. En su reciente visita a Chile, afirmó que el resultado de las elecciones en Estados Unidos constituye una falla de su sistema educaciona­l a propósito de la formación de lectores con capacidad crítica, que evalúen las pruebas y la calidad de los argumentos. Una postura similar la plantea Aurelio Arteta en una sugerente columna titulada “Pensar por cuenta propia”. Para él, los indignados y los rebeldes son tan presos del lugar común como los resignados. Basta con escuchar a algunos líderes del llamado Frente Amplio. Fórmulas novedosas para alentar el compromiso cívico y nuestra condición pro social se pueden encontrar en algunas charlas TED. Eric Lui, por ejemplo, aboga por una educación cívica en la que el ciudadano de a pie entienda cómo funciona el poder y Catherine Bracy, por su parte, argumenta por qué los buenos hackers también pueden ser buenos ciudadanos. Lástima que, como suele suceder, ninguno pudo ser profeta en su tierra. De poco valen los planes de formación ciudadana cuando la educación, como un todo, todavía descansa mucho en pruebas estandariz­adas.

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