El simbolismo del perdón
EL PENAL de Punta Peuco -recinto donde se encuentran cumpliendo penas aquellos condenados por crímenes de derechos humanos- fue escenario de una ceremonia ecuménica -acompañada por un pastor evangélico y sacerdotes católicos- en que varios reclusos pidieron perdón a las víctimas de sus delitos, a través de sendas cartas, algunas de las cuales trascendieron públicamente.
Esta ceremonia ha sido cuestionada principalmente por sectores de la izquierda política, que han visto aquí un intento por fraguar algún tipo de maniobra que derive en indulto o en algún tipo de beneficio carcelario. Otras voces han hecho ver que en la medida que ese perdón no vaya acompañado de un gesto que entregue información sobre el destino de personas aún desaparecidas, carece de todo valor.
Lo ocurrido en Punta Peuco es un hecho inédito. El que personas que han cometido graves crímenes admitan públicamente su falta y muestren arrepentimiento es un gesto que cabe valorar, porque implica un reconocimiento del daño causado, lo que refuerza principios que desde el punto de vista de la convivencia social resulta indispensable realzar. Su alto valor simbólico, sin embargo, no debe ser motivo para conceder eventuales beneficios penitenciarios a los condenados, porque ello desnaturalizaría el sentido de dicho gesto.
La ceremonia del perdón en Punta Peuco coincide con el debate gestado hace algún tiempo respecto a la posibilidad de conceder beneficios penitenciarios a reclusos en estado terminal o gravemente enfermos. Dichas consideraciones humanitarias han sido resistidas por algunos sectores, en particular cuando se trata de condenados por crímenes de lesa humanidad. No es saludable cerrar toda puerta a una excepción humanitaria, porque al igual como ocurre con el gesto del perdón y el reconocimiento de culpa, para la sociedad también es importante reforzar la importancia de reconocer los gestos humanitarios.