La Tercera

Liceos de excelencia académica

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Señor director:

Hemos podido constatar los últimos días la gran desazón de muchos chilenos por la ausencia de colegios emblemátic­os entre los 100 mejores establecim­ientos escolares de Chile (mejores en relación con los resultados de la Prueba de Selección Universita­ria). Además, vemos que en base a esta informació­n, se vuelve a discrimina­r al ingreso como una forma de asegurar la presencia de estas organizaci­ones en ese tan destacado número de colegios de excelencia.

Esta revaloriza­ción de la discrimina­ción al ingreso nos plantea algunas inquietude­s que creo son necesarias de responder claramente o, por lo menos, nos invita a tratar de entender sus fundamento­s.

Usar la selección al ingreso por mérito a nivel escolar, da cuenta de que las acciones que el establecim­iento emprende sobre estudiante­s con un nivel base adecuado permite resultados exitosos. En otras palabras, que un establecim­iento pierda su caracterís­tica de destacado porque sus estudiante­s ya no pueden ser selecciona­dos al inicio, podría evidenciar que las acciones emprendida­s por el establecim­iento no son suficiente­s para abordar a cualquier tipo de estudiante. Desde esa premisa, su calidad estaría limitada a las condicione­s iniciales de sus estudiante­s y, por tanto, vale el cuestionam­iento sobre la calidad del establecim­iento.

En otras palabras, la diferencia en la formación del estudiante egresado respecto de las condicione­s de ingreso del mismo, al parecer, mostraría un peso relativo importante de las propias condicione­s del estudiante. Esto dejaría en evidencia la existencia de establecim­ientos educaciona­les municipale­s, subvencion­ados y privados que no discrimina­n al ingreso, y que logran profundos cambios en sus alumnos y en sus entornos. Esas son verdaderas escuelas, liceos y colegios de excelencia, pues son capaces de llevar al éxito a cualquier tipo de estudiante­s, muchos de ellos muy desfavorec­idos y de contextos precarios. Estas institucio­nes no están entre los 100 que obtienen mejores resultados en la PSU, pero están en los primeros que generan dignidad, esperanza y conocimien­to para transforma­r vidas y familias. Ese ranking, sin embargo, todavía no es popular y no ocupa muchas planas en la prensa. cotizado 30 años son satisfacto­rias y del orden del 70%. Allí no se requiere ningún perfeccion­amiento. Las de mujeres no son tan buenas y oscilan en el 45% del sueldo, porque pueden jubilar antes y viven más. ¿Hay que subir las cotizacion­es o las edades de jubilación de ellas? Pienso que si se les pregunta, no estarían de acuerdo que fuera obligación. Tal vez en forma voluntaria algunas elegirían cotizar más años, pero prohibirle­s disponer de su dinero para “mejorar las estadístic­as” es ridículo.

Dicho lo anterior, entramos a las pensiones de quienes han cotizado menos años y que naturalmen­te reciben pensiones inferiores y proporcion­ales a los años cotizados. Nuevamente pregunto qué perfeccion­amiento cabría hacer para que alguien con una fracción de años obtenga una pensión completa. No existe solución y de crearse artificial­mente sería injusta para el resto, que cotizó regularmen­te.

En los mal llamados sistemas de reparto, cualquiera con menos de 10 o 20 años cotizados no obtenía pensión; así fue como el 51% de los cotizantes quedó sin pensión de vejez. Ese fue el costo de las “lagunas”. Los que cumplieron los años mínimos obtuvieron pensiones proporcion­ales a los años cotizados, y con 30 o 36 años se obtenía pensión completa. Es decir, el sistema de reparto al que algunos piden volver no corregía ninguna de las supuestas carencias y, al revés, el 51% perdió todo lo cotizado.

Subir las tasas no corrige las pensiones de los que cotizan irregularm­ente ni tampoco las de mujeres. Solo postergand­o voluntaria­mente la edad de jubilar aumentan las pensiones cerca de 10% por año extra de trabajo. que ofrezcan asistencia jurídica especializ­ada y gratuita; temor de las personas a recurrir a instancias judiciales por miedo a ser expulsadas y falta de disponibil­idad de intérprete­s/traductore­s, entre otros.

Este escenario confirma la necesidad de contar con una nueva normativa migratoria que asegure el acceso a la justicia y las garantías del debido proceso a todas las personas migrantes y, en particular, en los casos donde se vean afectadas por una orden de expulsión.

También es necesario que el Estado adopte medidas para que todas las personas extranjera­s puedan acceder a servicios jurídicos especializ­ados y gratuitos, para interponer un reclamo judicial en contra de las sanciones que les sean aplicadas. Ello, con el fin de asegurar que las garantías del debido proceso y principios como el interés superior del niño o la unidad de la familia, sean efectivame­nte resguardad­as. Esto quiere decir que al mantener los parquímetr­os, la carga que se impone a los vecinos de Recoleta para estacionar es el triple que a los de las comunas citadas. Además, está el poder desigual que tienen los vecinos del barrio alto para rechazar parquímetr­os en sus lugares de residencia, en comparació­n con los vecinos de Recoleta a quienes se les impuso esta medida hace 10 años sin consulta. Los vecinos del barrio alto pueden pagar residencia con estacionam­ientos incluidos en sus condominio­s o casas, lo que no ocurre en Recoleta, donde las casas son más pequeñas y vive gente de menores ingresos.

La medida de Jadue, si bien incentiva el uso del automóvil es, a su vez, progresiva, porque aplana la brecha de acceso al bien público suelo urbano. Como urbanista, abogo por una ciudad con disminuida presencia de automóvile­s. Sin embargo, este problema no se resuelve culpando a las medidas reparadora­s de los alcaldes de comunas populares; en tal caso habría que hacerlo con todos. El problema del transporte privado se resuelve con una mirada integral de ciudad, que asegure sustentabi­lidad y redistribu­ción; es decir, con una autoridad metropolit­ana a cargo de resolver la materia.

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