Una mirada de enero
CADA sábado de enero, un partido de la Nueva Mayoría tiene eventos cruciales. El ya realizado, la proclamación de Guillier por el PR, fue entusiasta en la forma, pero de público escaso en número y en tonelaje político. Los que vienen están rodeados de incertidumbre. El PPD proclamará a Lagos el próximo sábado, pero nadie espera una apoteosis. El PS al siguiente sábado, se debate entre una consulta respecto de Insulza y Atria o si agregar en ella a Lagos y quizás a Guillier; dar “libertad de acción”; mantener esa irresolución que lo desgrana cada día más o proclamar a Lagos. Al siguiente, la DC lo discute todo, incluso si continúa en la coalición.
Huele más a crisis que a mística rebosante de entusiasmo. Pesan años ausentes de propósitos compartidos; de estar en el gobierno para algo más que ocupar sus cargos bien remunerados; de mediocridad en la gestión pública; de sensación en cada partido que los renuncios soportados han sido excesivos, y de una clara conciencia ciudadana sobre estas realidades.
Pero tampoco es ajeno a “la otra encuesta CEP”. La menos comentada. Aquella que explora qué son y anhelan los chilenos.
Detenerse en ella ratifica el monumental error de diagnóstico que inspiró el quehacer del actual gobierno. Un 80% se ubica en el intervalo de notas que premia preferentemente el esfuerzo individual, aunque ello genere importantes diferencias de ingresos. El mismo 80% se inclina por que la responsabilidad en el sustento de las personas está en ellas mismas, más que en el Estado. Los que declaran no informarse nunca de política superan con creces el 50% en todas las preguntas, y la identificación con un partido baja de 66% a 19% en el período de este gobierno. La corrupción da un salto de 11 puntos como preocupación, superando levemente a educación, pero un 85% afirma que nunca le han pedido coimas por un servicio. Un 57% cree que las universidades deben ser gratuitas solo para los más pobres y bajan a 36% los que creen debe ser gratuita para todos.
Para qué seguir. Este chileno no es el mismo que supuso la propuesta de la Nueva Mayoría, ni tampoco es el de la cambiante “calle”. Es deber político pendiente ahondar en él y en su “malestar”. No confundir malestares de la sociedad contemporánea, provocados por sus cambios vertiginosos con incertidumbres a cada paso y brusca alteración en situaciones personales, con “crisis de representación” o rechazos a “un modelo”; pocos creen o quieren que exista otro. Buscan más certezas pero no revoluciones: respuestas en delincuencia, salud, educación al alcance de todos pero también de calidad; mejores pensiones.
La indiferencia por la política se corresponde con la convicción, comprensible a la luz de “la otra CEP”, que a ésta, ensimismada, poco le interesa conocerlos y servirlos. La improvisación, tan mencionada en este tiempo, no es solo en la implementación de reformas. Más grave aún, es en la voluntad política de conocer y comprender a los chilenos.
No es raro en este cuadro que la política se mueva en incertezas y la ciudadanía también. Así entramos a este año electoral. Este chileno no es el mismo que supuso la propuesta de la NM, ni el de la cambiante “calle”. Es deber político pendiente ahondar en su “malestar”.