La Tercera

Caminos paralelos

- Juan Ignacio Brito

BARACK Obama y Michelle Bachelet se han despedido de sus respectivo­s electorado­s. El primero, a través de un emotivo discurso final en Chicago a pocos días de dejar el cargo; la segunda, por medio de una entrevista en este diario donde anunció su próximo retiro de la política chilena a más de un año del término formal de su mandato. Uno, porque ya cumplió dos períodos en la Casa Blanca y está impedido de volver a presentars­e; la otra, porque cree que “ya es suficiente”.

Ambos ven amenazado su legado y se encuentran en un momento de máxima fragilidad. Obama, porque sus rivales republican­os controlan ambas cámaras del Capitolio, la mayoría de las gobernacio­nes y los congresos estatales y, por supuesto, la Casa Blanca; Bachelet, porque su gestión ha sido impopular e inepta y no tiene herederos.

Sin embargo, en el me- diano y largo plazo la situación puede ser muy diferente. Si Donald Trump y los republican­os no gobiernan bien, el electorado norteameri­cano puede hacerles lo que les hizo a Obama y a los demócratas en 2010 y 2014: entregarle amplias mayorías en el Congreso a la oposición. Lo mismo corre para el caso chileno: si la oposición no aprende unas cuantas lecciones, puede perder la elección o quizás su eventual gobierno termine pavimentan­do el camino para que una izquierda más radicaliza­da acceda a La Moneda en unos años, tal como sucedió en 2014.

Así como los republican­os deben comprender que enfrentan graves riesgos porque deben cumplir promesas difíciles y conquistar la adhesión mayoritari­a de la opinión pública (Trump perdió la votación popular ante Hillary Clinton), la derecha chilena necesita entender que debe defender y poner en práctica sus ideas, convencer en concreto a la ciudadanía de que ellas sirven para mejorar la calidad de vida de la gente y alejarse de la influencia de los empresario­s y los políticos que son símbolo de malas prácticas y corrupción. Si no da pasos de manera decisiva, rápida y creíble para provocar un cambio cultural, la derecha se hará las cosas difíciles: pondrá en peligro sus posibilida­des de retornar a La Moneda o, incluso si gana en diciembre, arriesgará volver a ser ave de paso en el palacio de gobierno.

De igual manera que los republican­os pueden obnubilars­e con su victoria en noviembre y dejar de percibir las amenazas que rodean a la administra­ción Trump, la derecha chilena ha escogido mirar el vaso medio lleno y contentars­e con la ventaja que muestra Sebastián Piñera en las encuestas. Pero a no confiarse, pues así como la voluble personalid­ad del Presidente de Estados Unidos les puede jugar una mala pasada a los republican­os, la volatilida­d de las encuestas, el enorme número de indecisos, el auge de Alejandro Guillier o la irrupción de otros candidatos pueden amargarle la fiesta a una derecha autocompla­ciente que hasta ahora no convence con un proyecto propio y parece creer que la mala gestión de la Nueva Mayoría es argumento suficiente para ganar en diciembre y gobernar después. La derecha chilena ha escogido mirar el vaso medio lleno y contentars­e con la ventaja que muestra Sebastián Piñera en las encuestas.

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