La Tercera

Demanda de la UC al Estado por fondos AFI El reclamo de la universida­d es justificab­le, ante la discrecion­alidad con que el gobierno está distribuye­ndo los recursos en la educación superior.

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LA PONTIFICIA Universida­d Católica de Chile decidió demandar al Estado por el incumplimi­ento de lo dispuesto en el artículo tercero del DFL N°4, de 1981, más conocido como Aporte Fiscal Indirecto (AFI). Si bien es posible discutir la pertinenci­a de dicho incentivo, el Estado no puede dejar de financiar un programa que está estipulado por ley. Aunque resulta positivo que la UC busque enmendar este nuevo tropiezo en la reforma educaciona­l, la reacción es algo tardía -pues el gobierno hace tiempo que había declarado su intención de eliminar el AFI- y algo confusa en su motivación de fondo, pues pareciera responder más a un reclamo por mayores fondos antes que a la convicción de que es perjudicia­l quitar estímulos a la calidad.

Con el objetivo de premiar a las institucio­nes que eran preferidas por los mejores alumnos, medido a través de las pruebas de admisión, el AFI ha sido el único mecanismo “ciego” de distribuci­ón de recursos para la educación superior, entregando recursos sin discrimina­r si la institució­n beneficiar­ia se trata de una universida­d estatal o privada, centro de formación técnica, instituto profesiona­l, o una de las escuelas de las Fuerzas Armadas. Con el correr de los años, el incremento de la matrícula generó que este incentivo –que considera a los 27.500 mejores alumnosrep­resentara a un porcentaje cada vez menor del total. En efecto, en 2016 alcanzó un 8%, muy por debajo de los casi dos tercios de la matrícula de primer año que abarcó cuando fue creado.

Lo anterior, unido a un sistema de educación escolar que presenta significat­ivas diferencia­s de desempeño entre alumnos de niveles socioeconó­micos alto y bajo, hizo que el AFI terminara siendo asignado a institucio­nes que recibían a alumnos de mayores recursos. Este fue el argumento que ciertos sectores utilizaron para pedir el fin de aportes considerad­os como “regresivos”. Se trata de un predicamen­to erróneo, entendiend­o que dichos recursos van en beneficio de todos los estudiante­s de la institució­n que recibe a los mejores alumnos y, por otro lado, no es más que un reflejo de problemas estructura­les del sistema educativo.

Este contexto dio espacio para que el gobierno, necesitado de recursos para financiar la gratuidad, dispusiera de los recursos del AFI. El Ministerio de Hacienda privilegió reasignarl­os antes que entrar en la discusión de fondo respecto a sus bondades como mecanismo de asignación de recursos e incentivo a la calidad de las institucio­nes, simplement­e eliminando la respectiva línea presupuest­aria. Ese error da sustento a la posición de la UC y es probable que otras institucio­nes privadas se hagan parte de la querella.

Por su parte, las universida­des estatales se han mantenido en silencio, ya que el gobierno se comprometi­ó a mantener los recursos que ellas recibían vía AFI. Para este año se modificó el criterio utilizado en 2016 que discrecion­almente compensó la pérdida de recursos AFI -que ya había sido disminuido a la mitad respecto a 2015- a las universida­des privadas que forman parte del Consejo de Rectores, pero no al resto de las institucio­nes. Cabe esperar que la demanda de la UC efectivame­nte ayude a poner freno a la discrimina­ción entre institucio­nes de educación superior.

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