La centroderecha puede ofrecer gestión y economía y capaz que le alcance hasta para obtener buenos resultados elctorales.
La centroderecha chilena tiene raíces históricas hondas, que se remontan a los orígenes de la república. Los mejores instantes del sector (cual en la fundación institucional del país, en su momento socialcristiano o en la crisis del Centenario) han sido aquellos en los que se produce una conjunción de políticos e intelectuales. Entonces, la centroderecha gana capacidades de comprensión, visión prospectiva, de institucionalizar, por la vía de reformas, las pulsiones y anhelos populares.
El sector se encontró, recientemente, en una crisis que coincidió con su mayor triunfo de las últimas décadas. Pese a haber ganado el gobierno, puesta a gobernar, primó la administración. El resultado del período fue el de un éxito en la gestión acompañado de un fracaso político.
De esa grave crisis, la centroderecha ha comenzado a recuperarse. Avanza por dos caminos.
Un grupo, más cercano al relato de los 70 y 80, tiende a ver en la izquierda una entelequia idéntica a sí misma y confía en el economicismo y la gestión. Tiene una buena oportunidad que Bachelet, con su ineptitud, le ha abierto. Puede ofrecer gestión y economía y capaz que le alcance hasta para obtener buenos resultados parlamentarios y ganar la elección presidencial.
El problema, empero, comienza el día después: cuando haya que conducir políticamente a un país que clama por reformas y caminos nuevos, cansado del contubernio entre política y dinero; un país que, seamos claros, no es revolucionario, pero está irritado. Puede volver a cuajar entonces la alianza de sectores radicales y masas embravecidas. El eventual futuro gobierno de la centroderecha amenaza convertirse en una segunda mala parte del primero.
Pero la centroderecha avanza también por otro camino.
Hecho llamativo del último tiempo es la cantidad de actividades y textos que expresan un trabajo conjunto de políticos, intelectuales y universitarios. En 2016 sus partidos aprobaron el documento ideológico “Convocatoria política”. Ese mismo año funcionó con alguna regularidad un “Consejo político” de la coalición, que une a personas de todos esos mundos. Recientemente se realizó el seminario “Hacia un nuevo sistema de educación superior”, de donde emergerá una propuesta política, con colaboración de dirigentes universitarios, políticos y gente de la academia, que se hace cargo ideológicamente de la posición de la nueva izquierda. En enero se llevará a cabo, en la Escuela de Derecho de la U. de Valparaíso, un seminario de académicos y estudiantes sobre las diversas vertientes de la centroderecha. En marzo ya está anunciado un encuentro ideológico, donde las directivas de los partidos y el Consejo político del conglomerado reflexionarán sobre dos documentos: la aludida “Convocatoria” y una propuesta de bases del programa de gobierno. Y están los libros. Hace poco un vespertino daba cuenta de una serie de ellos que han aparecido en los últimos dos años y en la que destaca la mayor enjundia intelectual que va desplegando el sector.
Puede hablarse, sin exageración, de una cierta ebullición ideológica, la que cuenta con el apoyo decidido de políticos de primera línea, y que se articula como un trabajo más constante y aterrizado.
La pregunta que cabe hacerse es si ambos caminos por los que va avanzando la centroderecha entrarán en curso de choque o se complementarán. Sólo la última opción es la que le permitirá al sector ser un real agente en la conducción de los destinos del país en las próximas décadas. Lo contrario permite aventurar un aciago futuro para la centroderecha y el país, al menos hasta que el sector ideológicamente más imbuido logre hacer efectiva la hegemonía que viene ejerciendo allí en el campo de las ideas.