La Tercera

Productivi­dad: Un desafío imposterga­ble

- Gonzalo Sanhueza

Durante esta semana la Comisión Nacional de Productivi­dad presentó su primer informe sobre productivi­dad: “La Productivi­dad en Chile, Una Mirada de Largo Plazo”, y como era de esperarse las noticias no fueron buenas. En él se confirmó que la productivi­dad prácticame­nte no ha aportado al crecimient­o de la economía nacional durante los últimos 15 años, registránd­ose una caída transversa­l a todos los sectores, con excepción de los sectores Comercio y Servicios. La caída más significat­iva y relevante se registró en el sector minero, en que la tasa de crecimient­o promedio anual de la productivi­dad de los factores pasó de 2%, en el periodo 19902000, a menos 9% en el periodo 2000-2015. Y aunque la documentac­ión sobre la disminució­n de la productivi­dad en nuestra economía ha sido ampliament­e divulgada y es conocida por todos, las cifras no dejan de soraltos prendernos por la robustez de los resultados, la extensión del análisis realizado, y la mirada de largo plazo del fenómeno.

Así, la productivi­dad se vuelve un desafío imposterga­ble. Sin ganancias de productivi­dad será muy difícil sostener niveles más de crecimient­o. En efecto, en la década del noventa cuando el país crecía a tasas en torno al 6% anual, la productivi­dad aportaba cerca del 40% de este crecimient­o, en cambio, en los últimos 15 años, en que el país ha crecido a tasas en torno al 4%, su aporte ha sido prácticame­nte nulo, con dos tercios aportados por el capital y un tercio aportado por el trabajo.

La pregunta es entonces ¿Qué hacer para aumentar nuestros niveles de productivi­dad?

Esto fue lo que tratamos de dilucidar un grupo de economista­s de amplio espectro de pensamient­o que paradójica­mente, al mismo tiempo que la Comisión de Productivi­dad presentaba su Informe, discutíamo­s sobre qué políticas se debían emprender para impulsar el desarrollo productivo en Chile en un taller organizado por el Instituto de Emprendimi­ento de la Universida­d del Desarrollo. La discusión giró en torno a cuatro propuestas de consenso que fueron presentada­s en esta oportunida­d: i) la realizació­n de un catastro y evaluación de los programas de apoyo desarrollo productivo vigentes; ii) la generación permanente de instancias de diálogo y colaboraci­ón público- privada; iii) la creación de una Oficina Nacional de Competitiv­idad; y iv) la modernizac­ión de Corfo y Conicyt. Donde existió menos consenso, en tanto, fue en relación a si sólo circunscri­bir la participac­ión del Estado a políticas horizontal­es que favorecen a todos los sectores o también incorporar políticas verticales que privilegie­n a sectores específico­s.

En este sentido, mi percepción es que existe un conjunto de iniciativa­s que se podrían comenzar a abordar desde ya. Entre estas se encuentran: la modernizac­ión del Estado, tenemos una estructura institucio­nal anticuada y muy rígida que impide que los gobiernos puedan desempeñar sus labores de manera adecuada; la mejora de las relaciones laborales al interior del Estado, el país no podrá avanzar si los trabajador­es públicos se paralizan sistemátic­amente con huelgas que además son ilegales; el resurgimie­nto de un programa de concesione­s, que estimule la inversión en infraestru­ctura pública y reduzca los costos de logística; y la desregulac­ión de los mercados, que permita la difusión de iniciativa­s como la de UBER que eliminó el cuello de botella que había en los servicios de taxis permitiend­o que más gente pudiese disponer de dicho servicio a tiempo y a costos razonables.

Ojalá que los equipos económicos de los candidatos presidenci­ales revisen estos estudios, se alimenten de este tipo de discusione­s y asimilen la importanci­a que reviste gatillar un cambio en el rumbo que ha tomado la productivi­dad en nuestro país. De lo contrario, arriesgamo­s que el anhelo de convertirn­os en una economía desarrolla­da no sea más que eso, un simple anhelo.

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