Presidenciales, ¿relato progre o de élites?
Señor director:
Sin duda, que en política el relato forma identidad y da sentido. En un país líquido, sin ideología, la narración es la forma natural en que los chilenos interpretamos y nos apropiamos de lo que nos rodea. El relato es discurso en acción, permitiendo así comunicar el contenido emocional de nuestros valores. Al gobierno de Bachelet se le ha acusado de poseer múltiples relatos, lo que confunde. En su momento, Pablo Longueira le hizo la misma imputación a Piñera.
Hoy ocurre algo similar con los presidenciables que lideran las encuestas, Piñera y Guillier; los que aún no encuentran un relato que posea conflicto, trama, personaje y moraleja. Dimensiones que crean una historia poderosa de acuerdo a Aristóteles.
Guillier asevera en su discurso que está “escuchando a la gente”, aunque ya dejó ver algo de intencionalidad narrativa al reposicionar la olvidada “política de los consensos”. Pero como relato es pobre, muy pobre aún, y lo que es más preocupante, con un cierto hálito de superioridad moral propio del “establishment”. Solo quiero recordar que el Presidente electo Trump ganó las elecciones justamente con un perfil anti élites. En la misma línea, Piñera no logra superar su genética cosista en lo narrativo, que si bien no posee esa irritante indulgencia y paternalismo del discurso progresista, no deja de ser una lista de cosas que hay que mejorar. Repito, cosas: que la reforma laboral, que la reforma educacional, que y más que. Nada transversal y profundo, que englobe y conmueva.
En contraste con la política nacional, la semana pasada quedó en evidencia el poder del discurso, las palabras y una historia. Barack Obama ama las palabras y los relatos, cree en la fuerza envolvente y pedagógica de éstas, en su capacidad transformadora. En cambio, Donald Trump solo cree en proclamas, órdenes y alegatos. Corrompe las palabras. Pero, muy a mi pesar, debo reconocer que el electorado se inclinó por el discurso que parece un ring de boxeo, en que las palabras son golpes. Mal que mal, los ciudadanos intuyen que las élites son parte del problema, no de la solución. De ahí su rechazo a esos relatos cargados de superioridad moral. Quizás por ahí va la clave discursiva del próximo Presidente de Chile y, la debilidad de Ricardo Lagos.