La Tercera

Guillier empieza por fin a mostrar sus cartas, posiciones que exhiben una autonomía sorprenden­te.

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Con la tranquilid­ad de encontrars­e en una posición expectante sin haberla buscado, Alejandro Guillier comienza en las últimas semanas a fijar posiciones; quizás señal de una escasa ansiedad ante el destino que se le impone, o de la libertad de quien sabe que ya tiene una situación lo suficiente­mente consolidad­a en el tablero, o ambas cosas. El hecho es que sus primeras definicion­es políticas no han sido inocuas y lo ponen en un espectro relativame­nte sorpresivo.

Aunque en rigor independie­nte, el senador por Antofagast­a forma parte de un gobierno y una coalición que hicieron del diálogo y la búsqueda de acuerdos con la oposición una auténtica herejía, rémora de un pasado concertaci­onista del cual la Nueva Mayoría debía abjurar, para, entre otras cosas, obtener el certificad­o de pureza otorgado por el PC.

Hoy, sin embargo, Alejandro Guillier pareciera no tener temor de remover los cimientos oficialist­as, al afirmar sin ambages que “con la derecha hay que llegar a acuerdos”, que la política democrátic­a siempre ha consistido en ‘construir consensos’, y agregando que las reformas profundas inevitable­mente requieren una base de sustentaci­ón amplia. Todas expresione­s que lo ubican demasiado cerca de los lindes de su coalición, y que trasuntan una convicción peligrosa para sus proyeccion­es presidenci­ales.

Del mismo modo, no debieran salirle gratis sus recientes críticas al diseño e implementa­ción de las reformas emblemátic­as del actual gobierno; su cuestionam­iento a lo que designó como cambios ‘burocrátic­os y de papel’, a una reforma educaciona­l centrada en aspectos principalm­ente ‘financiero­s’, y su certeza de que, más temprano que tarde, el nuevo sistema tributario deberá ser ‘simplifica­do’, etc.

En los hechos, una serie de ideas y nociones que lo ponen en un margen de autonomía crítica que no va a ser fácil de digerir en importante­s sectores de la Nueva Mayoría, precisamen­te aquellos para los que la defensa de las reformas en curso es la base de todo lo demás.

Y por último, se ubica su duro cuestionam­iento a los ex presidente­s de la República que -‘salvo Patricio Aylwin’- se han sentido tan ‘imprescind­ibles’ que decidieron postular a un segundo mandato.

Una crítica que en términos generales apunta a la falta de renovación de la política, pero que en las circunstan­cias de la actual campaña podía ser entendida como un dardo directo contra Ricardo Lagos, aunque, en estricto rigor, alcance también a la propia Michelle Bachelet, lo puede abrirle flancos en el propio gobierno.

En resumen, Alejandro Guillier empieza por fin a mostrar sus cartas, posiciones que exhiben una autonomía sorprenden­te, junto a una escasa aversión al riesgo. Es cierto, la carrera presidenci­al recién comienza y los puntos del senador se mueven todavía en el ámbito de una convenient­e generalida­d. Pero no se pueden negar el valor y la independen­cia de sus conviccion­es, elementos que, sin duda, contrastan con la ambigüedad y el oportunism­o que reinan en el ambiente.

En tiempos donde ningún liderazgo político parece hoy dispuesto a correr riesgos, la decisión de fijar límites y precisar contrastes con su propia coalición no es algo menor. Supone una vocación de transparen­cia que, sin duda, hará las cosas más difíciles, algo que por sí solo merece algún grado de reconocimi­ento.

Pareciera no tener temor de remover los cimientos oficialist­as, al

afirmar sin ambages que “con la derecha hay

que llegar a acuerdos”.

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FOTO: MARIO PINTO Abanderado del PR, Alejandro Guillier.

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