La Tercera

¿Acción o reacción?

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Señor director:

A partir de los últimos acontecimi­entos relacionad­os con los incendios, creo pertinente reflexiona­r sobre el origen del problema.

La pregunta está mal formulada, no se debiese centrar en cómo reaccionam­os ante estos hechos, en si la solución, sobre la marcha, es el Boeing 747-400, si funciona o no, o simplement­e si se sostiene de la buena voluntad de los alcaldes, Bomberos, Conaf o habitantes afectados. Chaitén, 27-F, Valparaíso, Pumanque, definen sin duda nuestra realidad, y la discusión se debe distanciar de la reacción en estado de emergencia.

Se debiese al menos discutir la posibilida­d de un nuevo ministerio, un cambio de escala de la Onemi, que no solo reaccione ante la emergencia, que sea parte desde la primera fase de ella, la prevención, hasta el apoyo y coordinaci­ón posterior a la catástrofe. Levantando datos de riesgo, generando estrategia­s viables, involucrán­dose en la planificac­ión (Planes Reguladore­s), permitiend­o tomar acciones concretas, estudiadas y analizadas con anteriorid­ad. Y posterior a ello, coordinar ayuda, reubicació­n, apoyo sicológico, entre muchos otros puntos. Con liderazgo definido, conocimien­to técnico, planificac­ión y recursos asignados.

Ya es el minuto de atacar el problema desde su origen. una notoria tardanza e inoperanci­a por parte del gobierno a la hora de abordar la emergencia, esto último ejemplific­ado en la tozudez del ejecutivo en aceptar la ayuda del ya conocido Supertanke­r - que a estas alturas se ha convertido en símbolo de esperanza para los afectados-, han contribuid­o a originar esta peligrosa sensación.

Basta con entablar una conversaci­ón con cualquier persona, que por alguna u otra razón terminaron hablando de lo que pasa hoy en el país, la verdad es que con preocupaci­ón, constantem­ente el diagnóstic­o termina siendo: “Está la embarrada”.

El dar confianza, seguridad y gobernabil­idad es una tarea de Estado, hay que ser justos y consciente­s de ello, nos involucra a todos sin distinción política alguna. Pero también hay que reconocer que estos atributos se deben mantener sin riesgo de vulnerarse, además de ser procesos que se deben convocar, liderar y proyectar hacia el futuro, eso sí le correspond­e al gobierno de turno; y en eso este gobierno ha fallado. asignado a Conaf duplican los otorgados en el anterior gobierno. Aunque los triplicara, la realidad es que la emergencia ha superado con creces los recursos disponible­s.

Se dice que parte importante de los helicópter­os y aviones cisterna están en falla. ¿Es cierto? Aunque no lo estén, claramente son insuficien­tes. ¿Por qué no se han contratado los servicios de más aviones y helicópter­os, con pilotos, en el extranjero? Pueblos como Santa Olga podrían haberse salvado si se hubiera dispuesto de este equipo para proteger su entorno.

En todos los países desarrolla­dos se usa en abundancia equipo aéreo para el combate de este tipo de incendios. No estoy hablando de superavion­es sino de equipo dimensiona­do para nuestra geografía. ¿Por qué aquí se menospreci­a esta posibilida­d? ¿Por qué se espera el aporte de otros países y/o filántropo­s en vez de tomar la iniciativa para contratar equipo? Me imagino que recursos no faltan frente a una emergencia de esta magnitud. y júbilo, en que nuestras cabezas se inclinan respetuosa­s ante el hombre que puso barreras al mal”.

En 1887 se dictó la Ley de Vacuna Obligatori­a, una junta central de vacunas supervigil­aba el servicio en todo el país y más de cien vacunadore­s recorrían campos y ciudades, llevando a los hogares el fluido y la mortalidad disminuía. Hoy, el Programa Ampliado de Inmunizaci­ones en Chile tiene 40 años y obedece al Código Sanitario, siendo obligatori­a la vacunación para la población que indica, otorgando protección específica para catorce enfermedad­es inmunoprev­enibles.

Esta obligatori­edad no colisiona con la Ley de Derechos y Deberes de los Pacientes, puesto que nadie puede negarse a recibir un tratamient­o o consentir para su ejecución, si la falta de aplicación de procedimie­ntos o intervenci­ones supone riesgo para la salud pública.

Como responsabi­lidad social, vacunarse no es beneficio solo para un individuo, sino para el colectivo, por el efecto de inmunidad de rebaño, pues hay inmunodepr­imidos que no pueden vacunarse, siendo importante lograr altas coberturas en el resto de las personas.

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