La Tercera

El Ave Fénix

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COMO A todos, el megaincend­io forestal me ha conmociona­do. Es de esas tragedias nacionales que hacen aflorar lo bueno y lo malo de nosotros. Ojalá, en un futuro cercano, recordemos este episodio como un hito, con un antes y un después. Como lo fueron los terremotos de 1939 y de 1960 para la construcci­ón antisísmic­a, o, espero, como el 27-F para enfrentar los riesgos de tsunami. La invitación es, pues, a reflexiona­r qué está mal, para corregirlo, y qué está bien, para potenciarl­o. El “después del incendio” que comienza ahora es una oportunida­d para salir fortalecid­os, como el Ave Fénix que renace del fuego.

¿Qué lo provocó? ¿Se reaccionó tarde y mal? ¿Fue un atentado? Son muchas las preguntas y aún es temprano para tener respuestas claras. Pero sí podemos afirmar algunas cosas.

Lo primero que destaco es que no estábamos preparados para un megaincend­io como éste. Mala cosa dada la enorme superficie forestal que tenemos. Los incendios de comienzos de enero en la zona central, junto con las altas temperatur­as pronostica­das, anticipaba­n un mayor riesgo hacia el sur, como señaló un experto en el Congreso. También llama la atención que la Conaf pensara que los aviones “súper tanques” no servían. Esto es como el Shoa el 27-F, que estaba preparado para las marejadas pero no para los tsunamis. El tema de agenda que surge es que hay que repensar la institucio­nalidad de prevención y combate de incendios forestales.

Lo segundo que sobresale es la desconfian­za de los chilenos. Son (somos) muchos los que piensan que hubo más falla humana que de la naturaleza en este siniestro. Frente a la pregunta si hubo fallas del gobierno, o de la transmisió­n eléctri- ca, o si fue un atentado, nos cuesta decir que no. En la ausencia de mayor informació­n se recurre a la experienci­a propia y a la reputación de los eventuales culpables o negligente­s. ¿Se le cree entonces a la oposición que culpa al gobierno? Tampoco. No es posible desentraña­r si la oposición habla como piensa o como le conviene (lo que también se aplica al oficialism­o de turno). ¿Entonces la desconfian­za es inteligent­e y la confianza es ingenua? No es tan así. En las sociedades donde hay menos desconfian­za que en Chile (por ejemplo, las nórdicas, Nueva Zelanda, Australia, y así) hay políticas públicas explícitas para promover la cooperació­n social, entendiend­o que ésta permite elevar la productivi­dad y tranquiliz­ar las tensiones. La desconfian­za, en cambio, es socialment­e destructiv­a. Impide que, como sociedad, tengamos una actitud de colaboraci­ón y, por el contrario, nos alienta a ensimismar­nos. ¿El tema de agenda en esto? Aprender de la experienci­a de los países que han mejorado su convivenci­a entendiend­o que éste también es un tema de políticas públicas (de paso, los países mencionado­s tienen aviones “súper tanques”).

Por último. Una vez más apareció la solidarida­d frente a la desgracia ajena. Se puede ser desconfiad­o y solidario a la vez. En un país que sufre desastres de la naturaleza frecuentes la actitud solidaria termina siendo espontánea, como si fuera parte del ADN social. Llama la atención que la Conaf pensara que los “súper tanques” no servían. Como el Shoa, que estaba preparado para marejadas, pero no para tsunamis.

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