Panamericanos en Chile
EL MINISTERIO del Deporte decidió respaldar la postulación de Santiago como sede de los Juegos Panamericanos 2023, cuya resolución quedará zanjada en octubre, cuando tenga lugar la cumbre de la Organización Deportiva Panamericana. Si bien es un hecho valioso que permitirá promover valores asociados a la práctica deportiva de alto rendimiento, como el esfuerzo y trabajo en equipo, además de la imagen positiva que implicaría ubicar a Chile en la primera división del deporte a nivel continental, no podría ignorarse el impacto económico que implica organizar un evento de esta magnitud.
El país ya enfrentó hace algunos años el desaguisado de una postulación frustrada a los juegos Panamericanos, generando altas expectativas en la ciudadanía que finalmente no se pudieron cumplir. Una de las lecciones que dejó ese proceso es que no basta con presentar una buena oferta económica en cuanto a inversiones, sino que también intervienen otras variables que hacen que estas postulaciones sean especialmente complejas. Con todo, hay un aprendizaje que probablemente ayudará esta vez a afinar mejor la propuesta chilena.
Este positivo paso, sin embargo, debe armonizarse con las reales posibilidades económicas del país. Es llamativo que el Ministerio de Hacienda advirtiera de los riesgos que supone este proyecto -el cual implica un gasto de unos US$ 500 millones-, y desaconsejara la candidatura de Chile, principalmente porque para los próximos tres años se espera un aumento del déficit fiscal. Es un hecho que nuestra realidad fiscal es ahora muy distinta de la que había en 2013, y si bien vale la pena perseverar en esta postulación, ello no debe llevar a extralimitar los esfuerzos. La experiencia del país como organizador de los juegos Odesur en 2014 fue ampliamente positiva, pero representó una inversión significativamente menor respecto de los Panamericanos. Por ello se deberá ser especialmente responsable con la propuesta que Chile formule.