Señales de debilidad en la economía chilena Frente al menor crecimiento y una caída de los ingresos permanentes, parece inevitable un ajuste del gasto público efectivo en el futuro.
LA ECONOMÍA chilena está mostrando claras señales de debilitamiento. Esta semana el Banco Central entregó la lectura del Imacec correspondiente al mes diciembre y sus resultados registraron un crecimiento interanual de 1,2%. En el bajo desempeño de diciembre incidió la fuerte caída mostrada por el sector minero (-3%) y un leve aumento del resto de los sectores (+1,6%) impulsados, según cifras del INE, por el mejor desempeño de las ventas de comercio (+4,1%) y compensados por una leve caída en la industria manufacturera (-0,3%).
Con estos resultados el cuarto trimestre habría anotado una expansión interanual de solo 0,5%, la más baja del año. Asimismo, al comparar el cuarto trimestre con el anterior (usando la serie desestacionalizada) el último cuarto de 2016 registró una caída anualizada de 1% en relación al trimestre previo, que se suma a la caída que ya había mostrado el segundo trimestre, lo que si bien no configura un escenario de recesión técnica (dos trimestres consecutivos), revela el débil desempeño reciente de nuestra economía.
Con todo, el 2016 cerraría con un crecimiento de solo 1,5%, el más bajo desde la crisis financiera internacional en 2009. Cabe señalar que este magro crecimiento se da un contexto de volatilidad internacional, pero en ausencia de una crisis manifiesta, por lo que en una comparación histórica -excluyendo episodios de crisis financieras internacionales con incidencia en nuestro país- éste podría ser el peor rendimiento de la economía chilena desde comienzos de los años 70.
Esta debilidad en el crecimiento, sumado a los menores precios de los commodities y el aumento progresivo del gasto público, ha debilitado la posición financiera del Estado chileno, al grado que algunas agencias de calificación crediticia -Fitch y S&P- han rebajado la perspectiva de riesgo de la deuda soberana de nuestro país. Una de las principales preocupaciones que perciben las clasificadoras de riesgo es la baja capacidad de nuestra economía para retomar tasas de crecimiento elevadas, lo que se traduciría en mayores déficits efectivos y más presiones de deuda pública en el futuro.
La reciente discusión originada por la decisión de incluir como ingresos estructurales la recaudación transitoria del impuesto sustitutivo del FUT histórico, que le habría permitido a Hacienda cumplir con la regla fiscal de reducción del déficit estructural de 0,25% anual, es prueba de lo anterior. A pesar de que la mayor recaudación proveniente de este ítem probablemente compensa menores ingresos por otros conceptos, es evidente que existen incentivos para usar este mecanismo en el pago de impuesto -que es a todas luces transitorio- por lo que, descontando sus efectos en el cálculo de los ingresos permanentes, el déficit estructural no se reduce, sino que se mantiene en 1,9% del PIB, similar al logrado en el año 2015. Lo lamentable en este caso, es que se utilicen metodologías discutibles para cumplir con la regla fiscal cada año.
Es hora de sincerar la discusión en nuestro país. En el escenario más probable la economía chilena seguirá creciendo a tasas en torno al 2% los próximos años y es improbable que el precio del cobre de largo plazo mejore en el margen. Frente a menores ingresos permanentes y la necesidad de cerrar progresivamente el déficit estructural, no hay otro camino que un ajuste del gasto público efectivo en el futuro.