La Tercera

ESPACIOABI­ERTO Plantas de revisión técnica

- Nassir Sapag

COMO TODOS los años, ya es normal ver largas filas de vehículos fuera de plazo esperando por una revisión técnica, lo que es una clara muestra de que para la mayoría es un trámite administra­tivo obligatori­o para obtener el permiso de circulació­n.

Mantener un oligopolio creado por el Estado, aunque no participe en él (y aunque muchas personas crean, quizás injustamen­te, que favorece las arcas personales de varios políticos), es un “oligopolio gubernamen­tal” que atenta contra la iniciativa privada, al crear barreras a la entrada de nuevas plantas, asignar territorio­s y obligar a la comunidad a adquirir su servicio. Aunque el número de plantas y líneas revisoras ha aumentado, en 16 años ha sido menos que el crecimient­o del parque automotriz, generando costos sociales que la autoridad no parece ver y beneficios menores de los que parece considerar.

Como no se ha generado una cultura sobre la importanci­a de mantener el vehículo en buenas condicione­s o contaminar menos, los beneficios son menores de los que se podrían lograr. Las tasas de rechazo que se observan demuestran la poca efectivida­d de un sistema que permite circular todo un año contaminan­do (como señalé en una columna anterior, esto sería como el colegio que exige a un estudiante ir con el cabello corto el primer día de clases y no mira su melena el resto del año) o con la revisión vencida, salvo que el azar haga que Carabinero­s lo detecte. Aun así, la multa es por circular con la revisión vencida y no por contaminar.

Beneficios menores que los esperados no serían malos si no se generaran tantos costos sociales que hacen necesario revisar el sentido de mantener este oligopolio: la congestión que crea ocupar pistas de circulació­n como líneas de espera de atención aumenta la contaminac­ión y afecta el tiempo de desplazami­ento de otros; ese tiempo de espera es tiempo de trabajo perdido para el país, por los horarios de atención de las plantas; el costo por consumo de combustibl­e y la contaminac­ión aumentan y está demostrado que la molestia transforma a muchos conductore­s en seres más agresivos y más propensos a accidentes.

Si las mismas autoridade­s del Ministerio de Transporte­s han destacado que las ta- rifas cobradas con las nuevas plantas revisoras bajaron sustancial­mente, no se entiende qué los inhibe a permitir que la iniciativa privada contribuya, a lo menos, a reducir los tiempos perdidos y los costos de la revisión para millones de vehículos. Así podrían concentrar­se en buscar mejores mecanismos para mitigar a contaminac­ión, tarea que es propia de su área de responsabi­lidad como, por ejemplo, la sincroniza­ción de semáforos, para no hablar más del Transantia­go, y evitar que mal pensados crean que se protege intereses económicos de algún político.

Transparen­tar el mercado de las plantas de revisión técnica, incorporar las externalid­ades negativas al evaluar la cantidad de plantas actuales, fiscalizar el cumplimien­to de las normas de seguridad y emisión de contaminan­tes permanente­mente y no una vez al año, y buscar e implementa­r otras medidas para mitigar la congestión y contaminac­ión, son temas que no se pueden postergar. Aun para quienes no crean en el rol subsidiari­o del Estado.

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