ESPACIOABIERTO Plantas de revisión técnica
COMO TODOS los años, ya es normal ver largas filas de vehículos fuera de plazo esperando por una revisión técnica, lo que es una clara muestra de que para la mayoría es un trámite administrativo obligatorio para obtener el permiso de circulación.
Mantener un oligopolio creado por el Estado, aunque no participe en él (y aunque muchas personas crean, quizás injustamente, que favorece las arcas personales de varios políticos), es un “oligopolio gubernamental” que atenta contra la iniciativa privada, al crear barreras a la entrada de nuevas plantas, asignar territorios y obligar a la comunidad a adquirir su servicio. Aunque el número de plantas y líneas revisoras ha aumentado, en 16 años ha sido menos que el crecimiento del parque automotriz, generando costos sociales que la autoridad no parece ver y beneficios menores de los que parece considerar.
Como no se ha generado una cultura sobre la importancia de mantener el vehículo en buenas condiciones o contaminar menos, los beneficios son menores de los que se podrían lograr. Las tasas de rechazo que se observan demuestran la poca efectividad de un sistema que permite circular todo un año contaminando (como señalé en una columna anterior, esto sería como el colegio que exige a un estudiante ir con el cabello corto el primer día de clases y no mira su melena el resto del año) o con la revisión vencida, salvo que el azar haga que Carabineros lo detecte. Aun así, la multa es por circular con la revisión vencida y no por contaminar.
Beneficios menores que los esperados no serían malos si no se generaran tantos costos sociales que hacen necesario revisar el sentido de mantener este oligopolio: la congestión que crea ocupar pistas de circulación como líneas de espera de atención aumenta la contaminación y afecta el tiempo de desplazamiento de otros; ese tiempo de espera es tiempo de trabajo perdido para el país, por los horarios de atención de las plantas; el costo por consumo de combustible y la contaminación aumentan y está demostrado que la molestia transforma a muchos conductores en seres más agresivos y más propensos a accidentes.
Si las mismas autoridades del Ministerio de Transportes han destacado que las ta- rifas cobradas con las nuevas plantas revisoras bajaron sustancialmente, no se entiende qué los inhibe a permitir que la iniciativa privada contribuya, a lo menos, a reducir los tiempos perdidos y los costos de la revisión para millones de vehículos. Así podrían concentrarse en buscar mejores mecanismos para mitigar a contaminación, tarea que es propia de su área de responsabilidad como, por ejemplo, la sincronización de semáforos, para no hablar más del Transantiago, y evitar que mal pensados crean que se protege intereses económicos de algún político.
Transparentar el mercado de las plantas de revisión técnica, incorporar las externalidades negativas al evaluar la cantidad de plantas actuales, fiscalizar el cumplimiento de las normas de seguridad y emisión de contaminantes permanentemente y no una vez al año, y buscar e implementar otras medidas para mitigar la congestión y contaminación, son temas que no se pueden postergar. Aun para quienes no crean en el rol subsidiario del Estado.