Aversión a los muros
Señor director:
Pertenezco a una generación que en su inmensa mayoría creció observando el Muro de Berlín como el símbolo más significativo contrario a la libertad y a la democracia, y como un monumento al totalitarismo de la pareja más cruel de los tiempos modernos: los Honecker.
Es cierto que unos pocos justificaban y aún justifican aquella y a éstos. Pero los que amamos la libertad y la democracia de verdad, tenemos en nuestro ADN una aversión innata a los muros, cualquiera sea su origen. Señor director:
Siendo bienvenidos los disensos, en su columna de ayer Daniel Mansuy las emprende nuevamente contra el liberalismo clásico, ahora encarnado en las propuestas programáticas de Felipe Kast. Y digo “nuevamente”, porque a través de sus escritos expresa -no creo exagerar- una profunda desconfianza hacia la libertad personal.
Para Mansuy las personas no serían capaces de buscar su propio destino, si es que sus decisiones no son mediadas por lo que llama “comunidad política”. Pero no entendida, valga aclarar, como un orden social construido de abajo hacia arriba, sino al revés.
No he visto que se haga cargo de preguntas fundamentales que todo “acusador” del liberalismo debería responder: ¿Quién determina qué es una comunidad política? ¿Cuál es la métrica de lo común? ¿Por qué el individualismo bien entendido (como la búsqueda del propio destino) no sería un principio político? ¿Por qué las personas deberían subordinar sus identidades a supuestas identidades colectivas? ¿Por qué, por ejemplo, el Estado N. de la R.: La Tercera consultó vía transparencia a las direcciones de vialidad del MOP de todas las regiones. En sus respuestas no se detalló el tipo de puente de cada zona y respecto del presupuesto destinado a la conservación de los mismos,