La Tercera

Un retrato distante

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Después de dirigir Neruda, el cineasta Pablo Larraín se lanza con una nueva biografía, esta vez realizada en Estados Unidos, acerca de la vida de una figura controvert­ida y enigmática como lo fue la esposa del asesinado presidente John F. Kennedy, Jackie.

Interpreta­da por Natalie Portman, nominada a un Oscar por su rol, conocemos a Jackie en su casa de Massachuse­tss en

1963, poco después del atentado. Un periodista (Billy Crudup) llega al lugar para entrevista­rla, mecanismo por el cual comenzará una revisión de los momentos más significat­ivos y conocidos de la vida de esta mujer. Desde una visita guiada a un reportero de la CBS que prepara un especial acerca de la recién redecorada Casa Blanca, pasando por el atentado mismo y los días posteriore­s a este.

De manera pausada Jackie se va descubrien­do como una mujer siempre bajo el escrutinio no solo del público sino que de sus colegas en la política. Qué hacer, qué decir, cómo portarse, cuál es la forma de enfrentar a la prensa después de la muerte. Independie­nte de esto, Jackie se muestra como una mujer capaz de llevar adelante su voluntad, como cuando le aconsejan una ceremonia pequeña y llena de escoltas por motivos de seguridad, y en su lugar ella elige una marcha masiva y, tal vez, sobredimen­sionada. Cuando le aconsejan ocultarse de los periodista­s con su vestido aún lleno de sangre, ella declara: “Déjalos ver lo que han hecho”. No es fácil discernir si estas son las acciones de una mujer fuerte o de alguien que simplement­e busca la atención; tampoco es algo que Jackie, la película, busca determinar.

Natalie Portman entrega una actuación medida, consigue recrear el acento y la expresión de la primera dama, pero es poco lo que transmite y menos lo que logramos conocer del interior de su personaje, a pesar de ser la única figura realmente tridimensi­onal de la historia. La cámara de Larraín nunca deja de seguirla y escrutarla, y sin embargo tampoco logra adentrarse en ella. Este es un relato que está más preocupado de documentar lo ocurrido que de escrutar en el área de las emociones más complejas.

A diferencia de la inventiva demostrada en su notable Neruda, esta vez Larraín nos deja fuera del alma de su protagonis­ta; hace que pasen junto a ella numerosas figuras casi anónimas, pero nunca logra entregarno­s algo más de lo que directamen­te vemos en pantalla. Jackie es un filme correcto, bellamente fotografia­do y muy bien editado, pero viniendo de Pablo Larraín bien podíamos esperar más.

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