Con la estrechez económica que vive el país, se hará muy difícil discutir objetivamente la cantidad de millones de dólares que se piden para capitalizar TVN, así como también la administración de un canal cultural.
SE APROXIMA marzo y con la estrechez económica que vive nuestro país se hará muy difícil discutir objetivamente la cantidad de millones de dólares que se piden para capitalizar TVN, así como también la administración de un canal cultural, lo que para peor coincide con un ciclo de muy malos resultados de gestión.
Las intervenciones en el canal en los años 70 pre y post 73, llevaron finalmente en los 90, a un consenso respecto de la actual televisión, que ya ha cumplido su mayoría de edad. Ha sido un modelo exitoso, además un semillero de excelentes profesionales que emergían cuando algunos eran atraídos por la competencia. La identidad chilena se reforzó tanto en regiones como en el extranjero a través de la señal internacional. Sus directorios hicieron su aporte y los ratings eran mayoritariamente positivos, generando hasta el 2013 utilidades casi siempre, las que frecuentemente eran reinvertidas. Resulta válido hoy que los chilenos evalúen el modelo de televisión que se requiere, pero no debe mezclarse con las actuales estrecheces de caja, que por cierto deben aclararse.Tampoco se justifican los montos debido a nuevas tecnologías, lo que ya ha sido aclarado por diversos especialistas. Ni pretender, después de la actual gestión, que se administre conjuntamente otro canal.
Lo primero para buscar un consenso es presentar un plan que proyecte los cambios tecnólogicos, culturales y considere nuestra idiosincrasia y valores. Además, el país deberá decidir después su prioridad frente a otras necesidades.
Se viven tiempos de cambios, la gente está más informada y con las nuevas tecnologías puede decidir permanentemente qué quiere, dónde y cuándo. Esto ha llevado a una caída publicitaria en la televisión abierta como la conocemos, con presencia de numerosos e importantes competidores privados, desviándose publicidad hacia la televisión de pago, Netflix y por sobre todo a medios online. En este entorno resulta muy relevante demostrar una buena gestión. En nuestra televisión, las cifras conocidas de los últimos años, muestran enormes pérdidas acumuladas, así como una disminución en las provisiones afectando la liquidez. Estas cifras se producen por un desproporcionado incremento en los costos, en los primeros años de gestión, con ratings razonables al principio, los que posteriormente caen y, en consecuencia, los ingresos.
Así, la urgencia no permite buscar soluciones, las que no deben mezclarse, en ningún caso, con una discusión seria respecto del futuro de la televisión pública, pues se podría dar la paradoja que los impuestos que paga la competencia irían directamente en su contra. Al escuchar las quejas del presidente del PC por no poder utilizar TVN como en los 70, es bueno señalar que, en términos sencillos, a la larga y a la corta, el que paga termina poniendo la música, por lo que de la elección de las siguientes opciones dependerán nuestros grados de libertad: mantener el modelo actual de autofinanciamiento, para lo cual debe presentarse un plan de sustentabilidad, previo a la inyección de capital, reconociendo la realidad, evitando traspasar el problema al próximo gobierno; una televisión pagada por las personas tipo BBC, solo financiamiento estatal; o lo que pasó cuando se puso término a la Radio Nacional, existiendo hoy un incremento de emisoras, siendo uno de los medios más prestigiosos.
Por último, una televisión cultural merece apoyo y simpatía, pero tal como se plantea y en las actuales circunstancias, no merece mayores comentarios por su poca viabilidad.
Si existieran recursos se podrían canalizar en forma más eficiente y justa a través de un remozado Consejo Nacional de Televisión .