La Tercera

La cruzada de una editorial para la ilustració­n de lujo

-

Remo Erdosain quería galvanizar una rosa en cobre: transforma­r la caduca belleza a través de un proceso alquímico en un perenne metal. Erdosain Ediciones toma el nombre y espíritu del trágico personaje, reemplazan­do su frágil y hermosa quimera, la de la rosa de cobre, por la quimera —hermosa y no tan frágil— de los libros de papel”. Este es parte del manifiesto que el ilustrador y editor Daniel Blanco escribió en 2013 para definir el espíritu su naciente sello editorial.

Bautizada como el personaje principal de la novela Siete locos, del argentino Roberto Arlt, la editorial nació con la idea de que el diseño y la ilustració­n entren en comunión con el texto para hacer del libro una experienci­a más allá de la lectura. En tiempos en que el e-book va ganando más adeptos, la empresa de Blanco parece arriesgada, y lo es. Cinco años después de fundar Erdosain, el catálogo es pequeño -tiene sólo seis títulos-, pero cada vez es más contundent­e.

En 2014 ganó la Medalla Colibrí al Mejor libro álbum por Animal, un poema ilustrado por el mismo Blanco, mientras que en 2015 se hizo cargo de un importante rescate:

El español afincado en Bolivia Alex Ayala (1979), es uno de los mejores cronistas de nuestro tiempo. Autor de Los mercaderes del Che y La vida de las cosas, ganó el 2015 la primera Beca Michael Jacobs para Periodista­s de Viajes de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoameri­cano. El resultado de esa beca es Rigor mortis: la normalidad es la muerte, un hermoso libro con 16 crónicas sobre algunas de las maneras extrañas con las que los bolivianos se enfrentan a la muerte. Ayala aúna periodismo y literatura para recorrer y hacer suyos territorio­s trabajados anteriorme­nte por investigad­ores de tradicione­s y costumbres bolivianas, como Antonio Paredes-Candia en Tukusiwa o la muerte (1995).

Uno de los entrevista­dos de Ayala dice que en Bolivia “la mentalidad mágica y superstici­osa es apabullant­e… Y es casi una reedición de América imaginaria (editado en conjunto con Pehuén), del historiado­r chileno Miguel Rojas Mix, que se transformó en un volumen de culto a inicios de los 90, pero que hoy era casi inencontra­ble.Y a fines de 2016 lanzaron dos libros: Ahí, escrito por el periodista y director de la galería Plop!, Claudio Aguilera, e ilustrado por Vicente Cociña (premio Amster-Coré), además de la novela corta del uruguayo Manuel Arduino Pavón El humo sobre la tierra. Todos se caracteriz­an por la prolijidad de sus ediciones, papeles de alta calidad con ilustracio­nes cuidadas y un diseño único. imposible luchar contra eso”. Ayala no le contesta directamen­te, pero Rigor mortis da una serie de ejemplos que confirman la postura del entrevista­do: está la historia de la Almita Desconocid­a –adolescent­e asesinada en un pueblito en la frontera con Argentina, convertida con los años en santa popular-, o la visita a Juanito y Juanita, dos ñatitas en urnas de madera de la División de Homicidios de El Alto (las ñatitas son “cráneos humanos venerados, sobre todo, por las clases más populares de Bolivia. Calaveras acicaladas con bufandas, sombreros, gafas de sol y otros implemento­s”).

Pero no todo es magia. En Rigor mortis abundan los ejemplos de gente que debe enfrentars­e de manera práctica a la muerte. Ayala, un gran escritor de perfiles, hace memorable la figura de Raúl Mercado, un hombre que se enfrenta al hecho de que en su pueblo nunca hay cajones para los que se mueren. ¿La solución?

“Me interesa mucho que el formate de un libro no esté sujeto a una forma predetermi­nada. La idea es que el libro sea como una pequeña máquina del tiempo, cada uno con un universo personal. Además me gusta trabajar en colaboraci­ón estrecha con cada autor, poder darles la posibilida­d de que hagan lo que quieran. Por eso, aunque actualment­e la editorial sólo soy yo, hablo en plural porque considero a los autores parte del proyecto global”, cuenta Blanco, quien en paralelo trabaja como editor de Pehuén Ediciones.

Aunque la empresa es quijotesca -Blanco no gana dinero, más bien pierde, dice, porque debe invertir de sus propios fondos para la elaboració­n de ellos-, el ilustrador no quiere transar en los principos del proyecto. “No queremos ser una editorial de nicho”, afirma. “Nuestra tirada mínima es de mil ejemplares y tenemos precios accesibles, pero tampoco queremos hacer libros para que los compre el Estado. Estoy, con lo que duele, evadiendo esa práctica en la que muchos caen, porque al final es una esclavitud”.

La insistenci­a en la autogestió­n explica por qué el catálogo de Erdosain es tan pequeño, pero eso también le ha dado sus frutos: cada vez autores más importante­s aceptan participar. Y este año tendrá cuatro lanzamient­os clave: Infrarrojo, del reconocido ilustrador argentino Plantar un nogal 60 años antes de su muerte y cortarlo tres décadas más tarde “para que un carpintero hiciera el ataúd en el que debían enterrarle”. En “La mujer que ama las despedidas”, la crónica más literaria del libro, descubrimo­s a Elsa Ocampo, una mujer de Oruro que ha dedicado su vida a ir a velorios, funerales y entierros. También aparecen en el libro los pobladores de El Palmar A, que para llegar a sus cultivos deben arriesgar la vida diariament­e y cruzar el río a través de cables delgados y frágiles, y los camioneros que recorren la carretera de La Paz a los Yungas, conocida como el Camino de la Muerte: al borde del camino están las cruces y las urnas que recuerdan a los muertos. En Todos Santos, “algunas familias colocan velas en los bordes de la carretera como ‘guía’ de las almas de los que allí murieron”.

Ayala viaja por todo el país, visita lugares predecible­s del encuentro con la muerte -funerarias, Santiago Caruso; el segundo tomo de Fragmentos de una biblioteca transparen­te, de los chilenos Claudio Romo y Alexis Figueroa, que tendrá más de 300 páginas; Juancho, del dramaturgo chileno Benjamín Aguayo, y El juguete rabioso , del mencionado Roberto Arlt, volumen que, sobre todo, supone un gran orgullo para Blanco ya que Erdosain nació inspirado en el universo del argentino. Y no es todo: el volumen contará con las ilustracio­nes del connotado Luis Scafati. “Lo conocí durante una feria y le encantó la idea de la editorial”, comenta el editor. “Es un proyecto soñado”.

Aunque tiene decenas de proyectos en carpeta, Blanco debe ir de a poco. Cada uno demanda tiempo, dedicación y dinero (un promedio de $ 5 millones de inversión por libro), y trabajar en solitario no es fácil. Además, aunque sus libros tienen buena recepción en ferias como Guadalajar­a y Boloña (ciudades con mercado grandes y diversos), en librerías locales no le va igual. “No puedo competir con las grandes editoriale­s, capaces de pagar por poner sus libros en vitrina. Los míos no lucen y son difíciles de clasificar, porque aquí aún se piensa que la ilustració­n es un nicho infantil. No saben dónde ponerlos”, afirma. “Sé que esta empresa es a largo plazo: unos diez años o más para posicionar­se. Pero estoy dispuesto, porque tengo pasión por los libros”.b morgues, cementerio­s, islas de ancianos, pueblos devastados por un terremoto- y explora temas que lamentable­mente se han vuelto familiares en la Bolivia contemporá­nea, como el de los linchamien­tos populares. Su crónica sobre ese tema, “Los linchados de El

Alto”, que cierra el libro, es una maravilla de rigor periodísti­co, lucidez analítica, capacidad de observació­n y escritura.

Y uno piensa en el Alex Ayala joven, llegando a Bolivia en septiembre de 2001 y escribiend­o al respecto: “Irse a vivir a otro país es como mudarse de casa: se deja a un lado el boceto de lo que pudo ser una vida distinta”. No sabemos cómo hubiera sido esa vida distinta si Ayala se quedaba en el País Vasco del que provenía, pero sí tenemos la fortuna de conocer, gracias a libros como Rigor mortis, el acucioso boceto de su nueva vida.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile