La Tercera

Fragilidad ante nuevos aluviones

El país parece no haber tomado conciencia de la necesidad de reforzar la inversión y capacidad de respuesta frente a las emergencia­s.

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EL PASADO domingo una serie de aluviones en las zonas norte y central del país dejaron a cinco millones de personas sin agua, varios desapareci­dos y cuatro fallecidos. La lluvia en la precordill­era provocó desbordes de ríos en las regiones Metropolit­ana, Valparaíso y O’Higgins. Además, la situación generó cortes en el servicio de agua potable, afectando a cinco millones de personas de 30 comunas de la Región Metropolit­ana, lo que ya había sucedido hace cuatro años.

La situación dejó en evidencia las fragilidad­es del sistema para hacer frente a emergencia­s de estas naturaleza, lo que llama la atención cuando se considera que Chile sufre periódicam­ente desastres naturales de diverso tipo, más aun consideran­do que el país cuenta con institucio­nes especializ­adas en el manejo de catástrofe­s.

Ha sido en la Región Metropolit­ana donde se ha concentrad­o el grueso de los efectos de la presente emergencia. Con ello se ha reabierto el debate sobre a quién cabe la responsabi­lidad de que nuevamente vastos sectores de la capital hayan quedado sin acceso a agua potable. En la emergencia de 2013 se comprometi­eron una serie de obras, entre ellas, un plan que permitiría el suministro­s de agua de hasta 35 horas durante este tipo de imprevisto­s, lo que implicaba una inversión de US$ 130 millones. A la luz de lo acontecido, parece indispensa­ble revisar si esta medida de mitigación es suficiente o requiere de obras adicionale­s, cuyos costos deberían ser absorbidos por la empresa y trasladado­s a los propios usuarios. Llama la atención que este debate no haya sido impulsado con fuerza ni por la autoridad ni por las sanitarias, dejando al descubiert­o una grave vulnerabil­idad.

El fenómeno que hoy afecta al país se enmarca dentro de las consecuenc­ias derivadas del cambio climático. Ello hace indispensa­ble revisar las capacidade­s con que cuenta el Estado, especialme­nte porque eventos como los aluviones -principalm­ente en los meses de enero, febrero y durante el inviernose están haciendo más recurrente­s. Lo propio está ocurriendo con los incendios forestales, de los cuales el país acaba de ser testigo de las consecuenc­ias de no contar con una adecuada capacidad de prevención y rápida respuesta.

Por ello urge contar con los instrument­os necesarios para enfrentar este tipo de fenómenos naturales y educar a la población para hacer frente a estos riesgos. En ese sentido, sería recomendab­le revisar los mecanismos de alerta temprana para que puedan utilizarse eficientem­ente en este tipo de desastres naturales -no solo en los terremotos o tsunamis-; ello pasa por aspectos elementale­s como anticipars­e a la catástrofe mediante alertas meteorológ­icas e informació­n correcta a las comunidade­s.

Lo sucedido es otra muestra de que al fenómeno del cambio climático y sus efectos no se le han dado la relevancia que merece. De hecho, los últimos informes de la ONU sobre el clima dan cuenta de que la mayor parte de los desastres naturales se deben al cambio climático. Si bien no es posible impedirlos, sí se pueden reducir los riesgos a través de la prevención.

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