Festival de Viña del Mar: una vitrina cultural
Señor director:
El Festival de Viña del Mar llegó a su fin, por ende es bueno reflexionar respecto de su estructura y propuesta como espectáculo de entretención más allá de la calificación profesional o artística que los eruditos puedan esgrimir.
Convengamos que un Festival que ha logrado mantenerse por 58 años en el interés del municipio, artistas, público, medios de comunicación y organizaciones internacionales ligadas a este tipo de funciones, sus méritos debe tener. Además, la televisión permite que la fiesta sea una vitrina cultural de nuestra idiosincrasia y costumbres.
Dicho lo anterior, más allá de la crítica y análisis que toda obra humana concita, deseo reparar en el comportamiento lingüístico de la mayoría de quienes participan de este certamen el cual no se sitúa a la altura de una representación internacional.
No solo el humor ha estado alejado de un comportamiento acorde a nuestro actuar cotidiano, también deja mucho que desear el uso liviano del lenguaje a que echan mano “todos” los programas televisivos y radiales festivaleros, en los cuales la mayoría de sus panelistas hacen uso y abuso de la mala prosodia y ninguna retórica, muchas veces induciendo al telespectador a repetir conceptos errados y erráticos que en nada contribuyen al crecimiento cultural de Chile.
No es lo mismo el hablar que el decir. Así las cosas, no se puede, bajo ningún pretexto, confundir picardía con chabacanería o lenguaje soez - como a menudo nos tienen acostumbrado algunos humoristas. De paso, es bueno hacer presente que la defensa del género femenino no puede tener sustento en el menoscabo de otros y menos en el menosprecio del propio género al cual se pretende defender.
Es saludable aprender de otras culturas donde grandes eventos televisivos no escarban en lo chabacano ni lo grosero para tener éxito y audiencia. Así lo reflejan los Oscar, los Grammy y el Mysteryland Festival de Holanda, por citar algunos.
Nuestra cultura merece una mejor propuesta en este tipo de festividades y el Festival de Viña del Mar debe ser un aporte positivo a nuestras costumbres, más aún considerando que parte del mundo hispano fija sus ojos en estas costas en esta época.