Maltratos en el Sename
LOS NUEVOS antecedentes que se han ido conociendo en relación a la trágica muerte de Lissette -la menor de 11 años que falleció en un hogar dependiente del Servicio Nacional de Menores (Sename)- confirman el abandono, maltrato y falta de atención que muchos menores bajo el amparo del Estado han debido padecer.
Si bien la investigación del Ministerio Público parece haber acreditado que esta menor falleció por tormentos de los propios funcionarios a cargo -para ello se ha solicitado al tribunal la formalización de ocho de ellos-, resulta incalificable descubrir que el Sename no abrió una investigación cuando aconteció este hecho; tampoco se hizo cargo de una denuncia de la propia menor por una agresión previa. Se trata de un caso que debe servir para poner en alerta e investigar en profundidad lo que ha ocurrido en estos hogares, considerando que cientos de menores bajo dependencia del Sename han fallecido en los últimos diez años, en circunstancias no bien aclaradas.
Los antecedentes que ya ha conocido la opinión pública son más que suficientes para acreditar el gigantesco fracaso estatal en la protección de menores vulnerables, pero también la indiferencia con que esta situación ha sido tratada hasta ahora, sin ninguna prioridad ni tampoco autoridades que hayan asumido la responsabilidad política por ello. Aun cuando el gobierno ha puesto dentro de las prioridades legislativas de este año una nueva institucionalidad del Sename -dividiendo la atención de menores en vulnerabilidad de la rehabilitación de aquellos que hayan incurrido en la comisión de delitos- tal reacción es inexplicablemente tardía, considerando que un proyecto similar ya fue presentado en la administración anterior, con escaso avance legislativo. El gobierno y el Congreso tienen ahora la responsabilidad de demostrar con hechos concretos que habrá un cambio de actitud.