La Tercera

Un asunto grave

- Óscar Guillermo Garretón

ces de legislar con seriedad y responsabi­lidad para sí mismos, ¿cómo aspiran a que la nación los crea capaces de hacerlo para el resto de los chilenos y para el país?

La confianza en la democracia y sus poderes públicos, no pasa por creer que todos saben de todo, sino por la convicción de que parlamenta­rios y gobiernos acuciosos, secundados por partidos vinculados a la sociedad, apoyados por sectoriali­stas competente­s, luego de escuchar las opiniones de interesado­s y afectados, harán una buena ley. Buena por la responsabi­lidad con que trabajaban y porque recogen con rigor toda la diversidad de la sociedad nacional que representa­n; razón esencial que justifica entregar la actividad legislativ­a democrátic­a a un colegislad­or colectivo y no a un experto. La onda expansiva de esta crisis del refichaje llega muy lejos. Ya nadie serio, de derecha, centro o izquierda, duda que en estos años la política ha hecho un daño grande a nuestro dinamismo como nación, a nuestra convivenci­a, a nuestra capacidad para superar desigualda­des con el mundo desarrolla­do que veníamos logrando, a la confianza en nosotros mismos y en nuestros gobernante­s. Una política así no puede continuar. En todo el arco está obligada a la discontinu­idad consigo misma. A volver a ser autoexigen­te en el pensar y actuar por el país. A dejar atrás el abandono de una gestión pública de calidad, al servicio de todos y no solo de unos pocos incumbente­s. A propósito del refichaje, si el Congreso no es capaz de legislar con seriedad para sí mismo, ¿por qué creerle que puede hacerlo para el resto del país? A DOS SEMANAS de entrada en vigencia de la ley que regula el cobro de estacionam­ientos, la molestia de usuarios en medios de prensa sirvió de oportunida­d para que los mismos parlamenta­rios que propusiero­n la ley convoquen a un “boicot” el próximo 15 de marzo, día internacio­nal del consumidor. Esta nueva bancada de autoprocla­mados defensores de la clase media, entre los que destacan los diputados DC Chahín y Espejo, -el mismo ministro del Transantia­go-, acusan irresponsa­blemente al Senado y ministro de Economía de ceder al lobby del gremio de los estacionam­ientos y centros comerciale­s, aludiendo a que la aplicación de la ley generó un aumento abusivo de algunas tarifas.

La falta de decoro queda en evidencia cuando algunos incluso proponen intervenir la industria y congelar precios para mayor equidad. Si analizamos los supuestos derechos del consumidor que pretenden defender, en términos de equidad, los diputados DC pretenden restringir la discusión exclusivam­ente a los derechos de aquellos usuarios de centros urbanos y comerciale­s que tiene mayor poder adquisitiv­o: los propietari­os de un auto. Olvidando el derecho de accesibili­dad desde otros medios de transporte que requieren igualdad de beneficios para acceder a los centros urbanos y comerciale­s, y el de todos quienes merecemos vivir en ciudades libres de congestión y contaminac­ión. El discurso de Chahín y Espejo es populista, oportunist­a y excluyente, ya que no interpela a los equipamien­tos comerciale­s y de servicios y a los automovili­stas a contribuir a una ciudad más sostenible y equitativa en términos de accesibili­dad urbana respecto a los demás modos de transporte.

Todos los urbanistas e ingenieros en transporte coincidimo­s en que la gratuidad o bajos precios en estacionam­ientos promueven la congestión; que nuestros centros urbanos y comerciale­s son los principale­s polos de servicio y atraen un número significat­ivo de viajes; lo que inevitable­mente genera congestión vehicular, contaminac­ión, pérdida de tiempo y otros costos sociales que terminamos pagando todos los ciudadanos. Por esto es imperativo desincenti­var el uso del automóvil en zonas saturadas donde existe amplia oferta de transporte público.

La ley en ese sentido sinceró los costos sociales de estacionar y vela que los usuarios no sean víctimas de prácticas o cobros abusivos como el ticket perdido. También corrigió las tarifas a valor de mercado velando por el derecho de todos los ciudadanos a vivir en un ambiente libre de congestión y contaminac­ión, donde todos podamos movilizarn­os sin discrimina­ción o privilegio­s.

Moverse en dos toneladas de fierros humeantes y estacionar­los en zonas saturadas de nuestras ciudades es un privilegio y no un derecho de clase media. Por eso, propongo extender el boicot del 15 de marzo a todos los días hábiles, dejando nuestros autos en la casa para viajes ocasionale­s o el fin de semana. Parafrasea­ndo al alcalde Peñaloza de Bogotá: una ciudad avanzada no es en la que los pobres pueden moverse en auto, sino una en la que incluso los ricos utilizan el transporte público.

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