La Tercera

Proyecto para reformar la Constituci­ón

Insistir en un cambio constituci­onal sin claridad de lo que se quiere y recurriend­o a mecanismos que sobrepasan al Congreso profundiza la incertidum­bre.

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EL GOBIERNO, tras el comité político y la reunión con los presidente­s de los partidos del oficialism­o realizado la semana pasada, confirmó que dentro de las prioridade­s legislativ­as de marzo se encuentra el proyecto de reforma al Capítulo XV de la Carta Fundamenta­l, que establece los mecanismos de reforma a la Constituci­ón. Con ello se da paso a la segunda etapa del proceso constituye­nte –primero fueron los “cabildos” ciudadanos, insistiend­o en un proceso que no solo está lejos de despertar el entusiasmo popular, sino que busca introducir una nueva Constituci­ón mediante artificios­as maniobras, lo que daña la institucio­nalidad del país.

Este medio logró acceder hace un tiempo al borrador de esta reforma, según éste la iniciativa buscaría introducir un nuevo mecanismo que permitiera a la Presidenta, con acuerdo de 2/3 de los senadores y diputados en ejercicio, habilitar al Congreso que asuma el próximo año a iniciar el proceso para una nueva Constituci­ón. El futuro Congreso definiría por un quórum de 3/5 de los parlamenta­rios en ejercicio el mecanismo de discusión de la nueva carta fundamenta­l dentro de alternativ­as como asamblea constituye­nte, comisión bicameral o convención constituye­nte, y en caso de que no exista acuerdo, la realizació­n de un plebiscito.

Este nuevo paso que seguirá en el proceso constituye­nte resulta preocupant­e, ya que viene a introducir un factor adicional de inestabili­dad, que se suma a otras iniciativa­s de la actual administra­ción, como las reformas tributaria y laboral, cuyos efectos en el crecimient­o, empleo e inversión son ya evidentes. El debate sobre una reforma constituci­onal es legítimo -la mejor prueba de ello son los múltiples cambios que ha experiment­ado el actual texto-; el proceso de los cabildos ciudadanos también fue una manifestac­ión de participac­ión ciudadana que no cabe menospreci­ar -aunque al haber convocado a una magra fracción del padrón electoral carece de la suficiente representa­tividad-; pero un tema de naturaleza distinta es la insistenci­a en facilitar los mecanismos para desechar la Constituci­ón, desconocie­ndo el rol que juega el dar estabilida­d y seguridad institucio­nal a país.

Es preocupant­e la falta de definicion­es más precisas del gobierno sobre lo que se pretende con esta nueva Constituci­ón, lo que resulta inexplicab­le consideran­do que han transcurri­do casi cuatro años desde que se anunció una nueva carta fundamenta­l. Al carecer de un norte, en vez de poner en marcha fórmulas que podrían trasladar la discusión fuera del Congreso –como sería un plebiscito, o una asamblea constituye­nte- y otorgando excesivo poder a mayorías transitori­as para definir asuntos fundamenta­les, sería más beneficios­o centrarse en la discusión de reformas concretas en áreas específica­s, lo que ayudaría a centrar un debate disperso y que podría devenir en cambios impredecib­les.

Si se pretende introducir reformas a la Constituci­ón están los mecanismos para ello, y el espacio para su discusión es el Congreso. Resulta altamente inconvenie­nte introducir cambios que lleven al actual Parlamento a autorizar un menor quórum, para facilitar que el futuro Congreso, eventualme­nte, pueda delegar lo que tradiciona­lmente han sido sus funciones y responsabi­lidades, consideran­do que sus integrante­s precisamen­te están ahí representa­ndo a la ciudadanía que los eligió.

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