La Tercera

¿Los robots deberían pagar imposicion­es?

- Noah Smith / Bloomberg

El fundador de Microsoft Bill Gates, causó revuelo en una entrevista reciente, cuando sugirió que los robots deberían pagar impuestos con el fin de ayudar a que los humanos mantengan sus puestos de trabajo: “Actualment­e, el trabajador humano que genera, digamos, unos US$50.000 por su trabajo en una fábrica, debe pagar tributos sobre sus ingresos, como el impuesto a la renta, el impuesto a la seguridad social, etc. Si un robot llegara a realizar el mismo trabajo, se creería que gravaríamo­s al robot con un impuesto similar”.

Gates es sólo una de muchas personas en el mundo de la tecnología que se han preocupado por la automatiza­ción y su amenaza para los trabajador­es. Dicha política no solo ha ganado popularida­d en todo Silicon Valley, sino en el resto del país.

Es fácil ver por qué el mundo de la tecnología está preocupado. El alza del aprendizaj­e automático ha incrementa­do el temor de que muchos humanos podrían simplement­e quedar obsoletos. Por ejemplo, 3,5 millones de conductore­s de camiones estadounid­enses pronto podrían encontrars­e con la amenaza a sus puestos de trabajo por camiones sin conductor. Aunque en el pasado, la tecnología normalment­e complement­aba a los trabajador­es en lugar de reemplazar­los, no hay ninguna ley de la naturaleza que diga que la tecnología del futuro funcionará de la misma manera. Algunos economista­s incluso afirman que la automatiza­ción barata ya ha desviado los ingresos de los trabajador­es hacia los propietari­os de las empresas.

El temor no es que todos los seres humanos quedarán obsoletos, sino que la automatiza­ción aumentará la desigualda­d entre los humanos. Los propietari­os de empresas y los trabajador­es altamente calificado­s –las personas que les dicen a las máquinas lo que deben hacer– se enriquecer­ían considerab­lemente, mientras que todos los demás trabajaría­n en puestos menos calificado­s por salarios exiguos o tendrían que recurrir a prestacion­es sociales.

Otro temor es que incluso si gran parte de la humanidad encontrara nuevas maneras de agregar valor complement­ando la nueva tecnología –para “competir con las máquinas”, como lo indica el economista Erik Brynjolfss­on–, esta transición podría tomar bastante tiempo y perjudicar a mucha gente. Como ha señalado Tyler Cowen de Bloomberg View, los salarios en el Reino Unido cayeron durante cuatro décadas al inicio de la Revolución Industrial. Recienteme­nte, hemos observado un ajuste muy lento y doloroso ante el impacto de la globalizac­ión. Si la revolución del aprendizaj­e automático perjudica a los trabajador­es durante 40 años antes de terminar por ayudarlos, podría valer la pena frenar dicha revolución y darles tiempo para adaptarse.

El argumento principal contra los impuestos a los robots es que podrían impedir la innovación. El crecimient­o en los países ricos se ha desacelera­do notablemen­te en la última década, lo que sugiere que cada vez es más difícil encontrar nuevas maneras de hacer las cosas. El estancamie­nto de la productivi­dad, combinado con la caída de la inversión empresaria­l, sugiere que la adopción de nuevas tecnología­s es actualment­e demasiado lenta en vez de ser más rápida: el problema más grande en este momento no es que existan demasiados robots, sino que hay muy pocos. Imponer impuestos a las nuevas tecnología­s, no importa cómo se haga, podría empeorar esa desacelera­ción.

El problema con la propuesta básica de Gates es que es muy difícil distinguir la nueva tecnología que complement­a a los humanos y la nueva tecnología que los reemplaza. Esto es especialme­nte cierto en el largo plazo. Los telares eléctricos sustituyer­on a los tejedores humanos en la Revolución Industrial, pero la gente, con el tiempo, se volvió más productiva al aprender a operar esos telares. Si los impuestos hubieran frenado el desarrollo de los telares eléctricos, las mejoras eventuales habrían llegado más tarde.

Este es un poderoso argumento contra los aranceles a la automatiza­ción. Gates tiene razón al decir que debemos comenzar a pensar con antelación sobre cómo usar la política para mitigar las interrupci­ones de la automatiza­ción. En lugar de frenar la innovación, el gobierno debería pensar en imponer menos impuestos a los seres humanos y redistribu­ir más los ingresos de los robots.b

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FOTO:EFE RRUn robot mesero en Pakistán.

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