La Tercera

Sin brotes verdes

- Rodrigo Castro

LA SEMANA pasada el INE dio a conocer los resultados de la actividad económica sectorial y la tasa de desempleo. En vista del panorama presentado es muy probable que el primer trimestre de este año sea tanto o más débil que el anterior. Esto se explicaría por una contracció­n a lo largo del año pasado de parte de la actividad no minera -manufactur­a y construcci­óny minera.

Por otro lado, aunque la tasa de desempleo aumentó marginalme­nte alcanzando un 6,2% a nivel nacional, prácticame­nte la totalidad de los 65 mil empleos creados fueron por cuenta propia, con una contracció­n significat­iva en el empleo asalariado.

Al panorama anterior se suma que el dinamismo del año pasado en las ventas del comercio se verán ralentizad­as por una escasa o nula creación de empleos, el mayor endeudamie­nto de las familias y el menor crecimient­o de los salarios.

Asimismo, y en vista de que las presiones inflaciona­rias han cedido, algunos se preguntan si hay espacios para un mayor estímulo monetario que incentive el crecimient­o de corto plazo. El mandato del Banco Central es muy claro, debe controlar la inflación y cualquier falta de foco implicaría poner en riesgo su credibilid­ad y la meta inflaciona­ria.

En vista de que no se ven brotes verdes al menos en el mediano plazo, el principal desafío sigue siendo el crecimient­o de largo plazo. El actual gobierno se convenció que implementa­ndo un nuevo modelo de desarrollo basado en políticas redistribu­tivas con un mayor gasto público y mayores impuestos, las familias más vulnerable­s obtendrían un mayor bienestar. Esta nueva estructura de incentivos junto a la incertidum­bre reLOS gulatoria y las desconfian­zas ha propiciado un ambiente en contra del sector empresaria­l, con una consecuent­e caída en la inversión, un menor crecimient­o en el largo plazo y una menor capacidad de generación de empleos.

En este contexto, el desafío del próximo gobierno es colosal. No solo deberá intentar cambiar las expectativ­as, ya muy deteriorad­as, sino también deberá modificar gradualmen­te las leyes tributaria y laboral.

El mayor peso relativo de los impuestos directos a los ingresos personales y corporativ­os generó un retroceso en términos de eficiencia económica y productivi­dad. Esto se explica porque los impuestos al ingreso son los que generan mayores costos por menor ahorro, inversión, empleo, salarios y crecimient­o, mientras que el aumento del impuesto a las empresas afecta negativame­nte la inversión y el stock de capital. Más aún, todo indica que su efecto es asimétrico, perjudican­do en mayor medida a aquellas empresas de menor tamaño, más endeudadas y con menor acceso al crédito.

Por otro lado, los últimos cambios al Código del Trabajo han favorecido a los trabajador­es más calificado­s y productivo­s en desmedro de aquellos que tienen menos experienci­a y baja productivi­dad. Una reforma laboral moderna debería enfrentar no solo los mayores costos asociados a la mayor conflictiv­idad laboral, sino también aumentar la participac­ión laboral de las mujeres, jóvenes y adultos mayores. En vista de que no se ven brotes verdes, el próximo gobierno deberá cambiar las expectativ­as y modificar las leyes tributaria y laboral.

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