La Tercera

China consume el 90% de las langostas de Juan Fernández. En cuatro años, ello llevó el precio de $ 9.000 a $ 17 mil por unidad.

La veda de la langosta va del 15 de mayo al 30 de septiembre. Desde hace 80 años, los pescadores respetan un tamaño mínimo de extracción.

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LA vida de Isla de Pascua es el moai. La vida de Juan Fernández es la langosta”, dice en su lancha el patrón de pesca y armador Daniel Paredes González, un isleño de palabra fácil que en los 80 estudió Turismo y estuvo en el Ejército, que años más tarde fue concejal y que terminó desencanta­do de la política. Paredes es uno de los casi mil habitantes de la Isla Robinson Crusoe, la más habitada de las tres islas del Archipiéla­go Juan Fernández, a 670 kilómetros del continente. Paredes cuenta eso y muchas otras historias. Muestra, por ejemplo, la bandera que identifica a los fernandeci­anos, que incluye los colores del mar y una estrella de ocho puntas que simboliza el número de nacionalid­ades que inició la colonizaci­ón de la isla hace más de un siglo. Fue una veintena de familias que ha dejado descendenc­ia y cuyos apellidos identifica­n hoy a casi todos los habitantes de la isla. Están los Recabarren, los Paredes, los Charpentie­r, los López, los Rivadeneir­a, los Avendaño, los De Rodt, los González. Los clanes se han mezclado y por ello todos se presentan con sus dos apellidos. Todos, pescadores, comerciant­es, autoridade­s, pertenecen a una de esas familias y cada uno conoce su propia historia.

Los habitantes de Robinson Crusoe viven básicament­e de la pesca, la que representa el 75% de la actividad económica. Siete de cada 10 familias basan su economía en los recursos del mar, cuyo principal producto es la langosta, un crustáceo que la comunidad intenta explotar de modo sustentabl­e y cuyo precio saltó en los últimos años por la demanda de China. El resto lo aportan los servicios públicos y el turismo, una industria que se aletargó tras el tsunami de 2010 y el accidente del Casa 212, pero que repuntó y hoy intenta crecer.

Esta semana viajó a la isla el ministro de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz, quien jugó fútbol y conversó con los lugareños. La Tercera estuvo en algunas de esas actividade­s, invitada por Cancillerí­a y National Geographic, que hará un documental sobre el inexplorad­o ecosistema de la isla Alejandro Selkirk. Para promover su investigac­ión, NatGeo llevó también a su embajadora, la actriz Leonor Varela.

“La isla apocalípti­ca”

Juan Torres de Rodt, 41 años, recuerda que un canal internacio­nal hizo un reportaje en el que identificó a Robinson Crusoe como “la isla apocalípti­ca”. Ocurrió tras el tsunami y el accidente en que falleciero­n Felipe Camiroaga y Felipe Cubillos. Torres, descendien­te de un suizo que estuvo entre los primeros colonizado­res, hoy presidente del gremio del turismo en la zona, se queja de una estigmatiz­ación que dañó la industria. La temporada que siguió al accidente del 2 de septiembre de 2011 el turismo cayó a una décima parte, por el temor a llegar por vía aérea. Los visitantes eran, antes de esa fecha, 3.000 por temporada, muy lejos de los 120 mil que recibe Isla de Pascua. La cifra se ha recuperado y en la isla quieren más turistas. Pero tampoco tantos. “No queremos un turismo que nos sobreexplo­te, que sea avasallado­r. Que crezca paulatinam­ente. Esta isla es muy frágil”, dice Torres de Rodt.

Lo refrendan todos: el poblado de San Bautista no tiene alcantaril­lado, tiene un abastecimi­ento precario de agua y luz, no hay edificio municipal -el que se construía está sin terminar por la quiebra de la constructo­ra que lo levantaba-, ni centro cultural. Robinson Crusoe ofrece actividade­s alojadas en el turismo aventura: buceo, trekking, pesca deportiva.

El presidente de los empresario­s turísticos saca cuentas: a la isla vuelan tres aerolíneas y se hacen de tres a cuatro vuelos por semana. No más de 50 visitantes cada siete días. Y el pueblo tiene una oferta de 230 camas, dice para graficar el espacio de crecimient­o -controlado, repite- del turismo en la isla. Una de las cosas que se requieren es invertir aun más en el aeródromo, para ampliar su capacidad de recepción.

Hasta $ 20 millones al mes

“Yo nací pescador”, dice Daniel González Aguirre, quinta generación en la isla, cuarta generación de dirigentes sindicales. González estudió y trabajaba en el continente, en el Banco Santander. Decidió volver tras el tsunami que dejó 10 muertos y seis desapareci­dos. Ahora lidera el sindicato de pescadores, un sector que ha mejorado sus condicione­s por el alza del precio de la langosta, que hoy se transa a $ 17 mil la unidad, por la demanda china, que consume el 90% de la extracción del archipiéla­go. Cuatro años atrás, cada ejemplar se vendía a unos $ 9 mil. El alcalde Leopoldo González Charpentie­r dice que fueron los chinos los que ofrecieron ese nuevo valor, atractivo y rentable. “En la isla Selkirk, hay pescadores que han ganado en el mes hasta $ 22 millones”, cuenta el edil. Lo confirman otros isleños que aclaran que la suerte no toca a todos por igual y que recuerdan que los pescadores tienen cinco meses sin trabajar por la veda.

El ingeniero pesquero Pablo Manríquez Angulo, 33 años, un isleño que estudió en el continente y que hoy trabaja con Nat Geo, ha estudiado las pesquerías de Juan Fernández. Dice que existen 271 pescadores inscritos y que la comunidad ha preservado su recurso. En los años 20, una conservera explotaba indiscrimi­nadamente la langosta de Juan Fernández. En los 30, cuenta Manríquez, los propios pescadores se autoimpusi­eron reglas de conservaci­ón: no pescar hembras con huevos y respetar un tamaño mínimo de extracción de 115 milímetros de logitud cefalotorá­cica. “Esta pesquería no tiene cuotas, pero los pescadores siempre han respetado sus reglas”, asegura. Admite que en este temporada ha habido una bonanza en la zona de Selkirk, a 90 millas náuticas de Robinson Crusoe, pero que ello no se ha repetido al mismo nivel en esta última o en las Islas Desventura­das. Las tres áreas son los subsistema­s donde los pescadores se han asignado lugares de pesca en un sistema informal denominado “marca”.

“El mar te da lo que quiera darte”, plantea el presidente del sindicato. Pero independie­nte del volumen de extraccció­n, todos se han beneficiad­o del buen precio. “La comunidad tiene un buen

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