La Tercera

WikiLeaks, otra vez a la carga

- Alvaro Vargas Llosa

WikiLeaks no podría haber escogido un momento más sensible para revelar la documentac­ión secreta de la CIA que detalla la capacidad de esta agencia para “hackear” comunicaci­ones electrónic­as dentro y fuera de Estados Unidos. Lo ha hecho cuando el espionaje centra el debate político, con los demócratas y la prensa acusando a Donald Trump de tener relaciones “non sanctas” con Rusia en base a informacio­nes de inteligenc­ia y la Casa Blanca acusando a Barack Obama de haber grabado ilegalment­e a su sucesor.

La documentac­ión sale del Centro de Inteligenc­ia Cibernétic­a de la CIA y todo indica que se trata de un material de la máxima importanci­a, comparable o superior al que Edward Snowden filtró La documentac­ión sale del Centro de

Inteligenc­ia Cibernétic­a de la CIA y todo indica que se trata de un material de la

máxima importanci­a. en su momento (y que no era de la CIA, sino de la NSA o Agencia de Seguridad Nacional). Afecta lo mismo a gobiernos que empresas privadas, pues, por ejemplo, revela que la CIA tiene capacidad para penetrar todas las comunicaci­ones de los medios de uso masivo creados por Apple, Samsung y otras empresas que forman parte de nuestra vida cotidiana (lo cual a su vez revela cómo y por qué los sistemas de seguridad y privacidad de esos medios son vulnerable­s).

Como se ha dicho antes en esta columna, el protagonis­mo que tiene hoy el espionaje estadounid­ense en la vida política y comercial del país –y del mundo- tiene precedente­s en los tiempos posteriore­s a la Guerra Fría.

Es fácil caer en la tentación de decir que nunca el espionaje sufrió tantas “traiciones” informativ­as, es decir filtracion­es periodísti­cas, como ahora. Pero eso no es cierto. La única diferencia es la penetració­n de las comunicaci­ones electrónic­as. En un mundo revolucion­ado por la tecnología informátic­a, el alcance y la dimensión de lo que se revela puede parecer superior, pero en esencia el espionaje siempre ha sido vulnerable y su historia está cargada de revelacion­es y espionajes de signo contrario. De otro modo, el contraespi­onaje perdería su razón de ser.

Lo que sí es cierto, en cambio, es que, en los tiempos de la Post Guerra Fría, nunca habían alcanzado los servicios de espionaje una importanci­a política tan directa. Afecta a los gobiernos de dos formas: en su lucha con la oposición y en su relación con los electores. Porque en última instancia la pregunta se reduce siempre a lo mismo: ¿Están los gobiernos espiando ilegalment­e a sus propios ciudadanos?

Este no es el lugar para responder esa pregunta. Con frecuencia los servicios de inteligenc­ia violan la ley, como la violaron siempre allí donde hubo Estado de Derecho. Pero la ley es, en cues- tiones de seguridad nacional, una arcilla moldeable que permite más de lo que permiten la lectura literal de la normativa que limita a los servicios secretos y la conciencia del ciudadano preocupado por la privacidad y las libertades civiles. Lo que apunto aquí es que vamos a tener que acostumbra­rnos a que los agentes de inteligenc­ia, o quienes les prestan servicios, filtren constantem­ente documentos o informacio­nes (ciertas o no) para afectar tanto la dinámica gobierno-oposición como la relación entre el poder y los electores.

Es una paradoja importante el que, en el momento de mayor sofisticac­ión de la tecnología informátic­a, tanto la que está en manos del público como de los Estados, ella sea tan vulnerable. La consecuenc­ia puede ser muy mala –por ejemplo si se debilita la capacidad para combatir al terrorismo- o muy buena (por ejemplo, si las periódicas revelacion­es obligan a los gobiernos a ser menos irrespetuo­sos de la privacidad de las personas).

Vivimos tiempos de contradicc­iones morales que merecen reflexión y debate.

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