La Tercera

Ed Sheeran: No se vaya a caer

- Divide

Alos 26 años Ed Sheeran no representa exactament­e a la típica estrella pop de áurea presumida, pero sí a un paradigma de esta fase del negocio discográfi­co. Utilizó YouTube como trampolín, celebridad­es lo recomendar­on, y batir récords se convirtió en su rúbrica por sobre un estilo que lo distinga. El último registro, 56 millones de reproducci­ones en Spotify por este tercer álbum persistent­e en la simbología de las operacione­s básicas, a modo de título: + (2011), x (2014) y ahora ÷. Sheeran no es lo que se dice guapo ni posee gran carisma, pero aún así monta conciertos sin la compañía de otros músicos, capturando constante atención gracias a la forma en que aprovecha la guitarra acústica sumando efectos y loops. Artista talentoso, no se discute. Suscrito al pop más comercial, emite declaracio­nes propias de un deportista en competenci­a: quiere superar a Adele y publicó el disco ahora para evitar toparse con el regreso de Bruno Mars, confesione­s atípicas en una liga donde la corrección política campea.

Divide, como también se le nomina, es un disco confesiona­l desde Eraser, primer tema, donde el artista británico relata el tránsito de chico cantor de iglesia a estrella pop. Revela jornadas de whisky, coca y humo, vivir sin horarios, girar por el mundo (y sin grado académico, asunto que cita en dos canciones), y la irrupción del dinero en su vida, fraseando a la veadolesce­ncia, locidad de Eminem, uno de sus referentes. El corte define el desarrollo posterior del álbum en términos musicales. Ed Sheeran deposita mayoritari­a confianza en la voz. Los arreglos suelen ser ligeros, frescos -un corto rasgueo en la guitarra, una base, algunas armonías vocales- y no se profundiza más. Las revelacion­es continúan en Country on the hill con vívidos relatos de la infancia y la

Ed Sheeran las primeras borrachera­s, el primer beso, los amigos perdidos. El pulso es épico, la escuela U2 de Where the streets have no name. Sigue Dive, una convincent­e balada de R&B y el mejor momento vocal del álbum gracias a una desgarrado­ra interpreta­ción, para empalmar con el single Shape of you, compuesto por Sheeran pensando en la voz de Rihanna, o sea, un tema de contornos carnales y pulso primitivo. Luego el álbum se inclina hacia otros intereses de Sheeran, siempre consonante­s a la estampa de chico sencillo. Le canta a su novia y a las ex; dedica un par de títulos a los abuelos; coquetea con el folclor irlandés en dos cortes; flirtea tímido a la world music en Bibia be ye ye, y tributa a Barcelona con clichés que han incomodado a los españoles.

What do I know? es una canción que sin ser relevante en lo musical grafica cómo Ed Sheeran reacciona a la contingenc­ia, gracias a un consejo de su padre, resumido en no opines. La receta de Ed para un mejor planeta huele a hippie: “Podríamos cambiar este mundo entero con un piano, agregar un bajo, algo de guitarra...”. Así ha conquistad­o al pop, sin incomodar, haciendo el mismo disco tres veces. Cada versión es más pulida que la anterior, cierto. También inquieta que un artista veinteañer­o sienta tanto gusto por un arte mullido, esponjoso, como esas plazas para niños de pisos acolchados. Grato. Seguro. Inofensivo.

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