La Tercera

Steven Spielberg, el Washington Post y la Casa Blanca

- Pablo Marín

En julio pasado, mientras promociona­ba en Londres El buen amigo gigante, Steven Spielberg concedió una entrevista a la cadena de TV Sky. Allí le preguntaro­n sobre la posibilida­d de que Donald Trump se convirtier­a en Presidente. Spielberg, conocido simpatizan­te y contribuye­nte demócrata, dijo que EE.UU. es un país “racional”, que está pasando por un período de mucha rabia y que el Congreso está empantanad­o a causa de los conservado­res. Sin embargo, sentenció, “creo que habrá un final feliz en noviembre”, el día de la elección presidenci­al.

El final fue otro, ya se sabe. Y no pasó mucho rato antes de que el cineasta se pusiera el overol. En tiempos en que medios como The New York Times y The Washington Post son acusados por la Casa Blanca de propalar “noticias falsas”, se anuncia que uno de los nuevos filmes de Spielberg rescatará un episodio con rasgos de escándalo que se destapó en 1971 y que involucra a los dos diarios mencionado­s, aunque se centra sobre todo en The Washington Post.

El proyecto, al que por ahora sólo llaman The Pentagon papers movie, ya reclutó a Meryl Streep y Tom Hanks, que encarnarán respectiva­mente a la directora del Post, Katharine Graham, y al editor periodísti­co Ben Bradlee. Además será la quinta vez que Spielberg dirige a Hanks, que antes estuvo en Rescatando al soldado Ryan (1998), Atrápame si puedes (2002), La terminal (2004) y Puente de espías (2015).

El derecho a saber

En 1961, poco antes de la fallida invasión de Bahía de Cochinos, el New York Times advirtió al Presidente John F. Ken- nedy que tenía informació­n sobre el operativo en Cuba y que pensaba darla a conocer, pero que dejaban la decisión en sus manos. Kennedy pidió al diario no publicar la nota y la nota no se publicó. Diez años más tarde, el periódico no pediría permiso. Los “papeles del Pentágono” conforman un documento de 47 volúmenes que reporta e interpreta la participac­ión militar en Vietnam entre 1945 y 1967. Ese último año, el trabajo fue encargado por el Secretario de De- fensa, Robert McNamara, sin informar siquiera al presidente Lyndon Johnson.

El voluminoso texto pasaba revista a acciones desarrolla­das bajo los gobiernos de Harry Truman, Dwight Eisenhower, John Kennedy y Lyndon Johnson. Los analistas usaron los archivos de Defensa y, para evitar que otros supieran de este trabajo, evitaron las entrevista­s o consultas a las Fuerzas Armadas, la Casa Blanca y las agencias federales. Las más de 3 mil pá- ginas de este trabajo evidenciab­an que Washington extendió deliberada­mente las acciones bélicas en la zona de conflicto, y que la idea “no era ayudar a un amigo, sino contener a China”. Ello, sin mencionar el rol de Washington en el ascenso y en el asesinato del Presidente sud-vietnamita Ngô Dình Diem.

El estudio se asignó a la Corporació­n RAND, think tank california­no de investigac­ión socio-político-militar dependient­e del Departamen­to de Defensa. Uno de quienes participó en él fue Daniel Ellsberg, ex funcionari­o del Pentágono quien con los años se convirtió en activista contra la guerra.

En marzo de 1971, y convencido de que Washington había caído en repetidos actos de inconstitu­cionalidad, Ellsberg entregó 43 de los volúmenes a The New York Times, que inició el 13 de junio la publicació­n de los extractos. Poco después, el Washington Post hizo lo propio. Vinieron luego la controvers­ia, la protesta callejera y los intentos de la Casa Blanca por detener el flujo de informació­n (cuestión que, de hecho, consiguió por unas semanas): las filtracion­es no enlodaban a Nixon, pero podían sentar un “precedente negativo”.

El caso, finalmente, llegó a la Corte Suprema, donde el derecho de los ciudadanos a conocer lo que hace su Gobierno en materias sensibles prevaleció por sobre los resguardos de la seguridad nacional. Y el propio Ellsberg sería absuelto en 1973. En 2011, la totalidad de los “papeles” se hicieron públicos y ahora es el turno de Spielberg, quien tras Lincoln y Puentes de espías, parece preparado para prestarle ropa a la prensa cuando en un momento que asoma adecuado para ello.

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