Cuadro de gran formato de Matta llega al CA660
La Fundación CorpArtes acaba de adquirir La Lumière del L’Honni, un cuadro de gran formato que se exhibirá desde el martes y de forma permanente en el CA660, sumándose a la colección pública del espacio, junto a otras dos obras del autor surrealista.
Atrás había quedado su periodo surrealista, sus andanzas con Salvador Dalí y André Bretón, el l í der del movimiento en París. Era 1940, la Segunda Guerra Mundial había estallado un año antes y Roberto Matta (1911-2002) salía huyendo de Europa -como tantos otros artistas- con destino a Nueva York, que por esos días se convertía en el nuevo polo cultural.
En la Gran Manzana, el artista seguiría expandiendo su influjo creativo: concentrado en llevar su obra a un lugar cada vez más revolucionario, Matta tira la tela al piso, arroja pintura y aplica el automatismo psíquico que le hace ganar adeptos entre los jóvenes artistas de la escena neoyorquina. Jackson Pollock y Robert Motherwell fueron algunos de los que encontraron en el chileno a un referente para el pujante grupo expresionista abstracto norteamericano.
Pero Matta no estaba para integrarse a nuevos movimientos. Su obra debía ser original, única y subversiva. A partir de 1942 empieza a trabajar en el concepto del cubo abierto, que explora la multidimensionalidad de la obra y al mismo tiempo su poder de despertar las conciencias.
Su afán era trabajar una pintura cada vez más sicológica y lograr que a través del montaje de varios cuadros en simultáneo, el espectador lograra situarse dentro de la obra para tener una experiencia mística. Recién en los 60 -luego de una movediza época con nacimientos de hijos, quiebres amorosos y una intensa estadía en Italia- da forma real a su teoría del cubo abierto.
Etre Atout (1960) es uno de las dos obras compuestas de cinco cuadros, que prueban los postulados del artista y que desde agosto de 2014 es de acceso público en el Centro de las Artes (CA) 660, en la bautizada Sala Matta. Desde el próximo martes 21, el espacio de la Fundación CorpArtes suma una nueva obra del pintor surrealista -además de la escultura de bronce Eramen de 1986-, ahora en la entrada del auditorio del centro cultural. Se trata de La lumière del L’Honni, un óleo de 3 x 10,6 metros, que viene a unirse a otra serie de obras conservadas en instituciones públicas y que mantienen vivo el legado de Matta en el país.
La obra ejecutada entre los años 1963 y 1965 es una de las más grandes del artista, y en ella continúa explorando la idea de envolver al espectador a través de una estética espacial y misteriosa que apele directamente a su sentido cósmico. Más allá de eso, el artista también le confiere una dimensión política con la creación de L’Honni, un personaje inventado por él que alude al mito de Prometeo, quien desafía la ira de los dioses al darle el fuego a los hombres.
“Para Matta el fuego es símbolo del despertar de la conciencia, es sabiduría y en sí mismo es creatividad artística”, dice la historiadora del arte y coordinadora de exposiciones del CA660, Laura Padilla.
“No es común trabajar en Chile con obras de estas dimensiones, menos de Roberto Matta. Tanto ésta como el cubo abierto son piezas excepcionales, muy especiales, el que la fundación CorpArtes las ponga a disposición del público, totalmente gratis, es un privilegio”, agrega Padilla.
La lumière del L’Honni fue ad-
quirida hace varios meses en Italia y en años pasados había sido expuesta en varias instituciones, entre ellas, el Reina Sofía de Madrid, en el IVAM (Instituto de Valencia de Arte Moderno) y el Auditorium Parco Della Música en Roma. Por sus dimensiones, la obra llegó enrollada, separada de su bastidor, trabajo de montaje que lideró la restauradora Lilia Maturana, quien tiene una larga trayectoria trabajando con obras de Matta en instituciones como el Museo de Bellas Artes, el MAVI y con coleccionistas privados.
“Es un trabajo complejo, porque se debe tensar la tela y ponerla sobre el bastidor, en un sola jornada. Lo hicimos entre dos restauradoras y con un equipo de 30 personas para colgar la obra en el muro. Tengo una larga relación con este artista y desde el punto de vista de la envergadura y la revelancia, las dos obras del CA660 han sido las más complejas y gratificantes con las que he tenido la oportunidad de trabajar”, dice Lilia Maturana.
Además de la conservación del cuadro, se planea restaurar algunas zonas de la tela desgastadas por el ajetreo de los años. “La idea es que la restauración también se haga de manera pública. Dentro de nuestras misiones está educar y en ese sentido sería muy efectivo que la gente pudiese venir a ver este proceso”, adelanta Laura Padilla.
El otro cubo abierto que existe, titulado El proscrito deslumbran
te (1966), pertenece al Thyssen Bornemisza de Madrid y en 2011 fue exhibido en Chile en el Cento Cultural La Moneda, dentro de la exposición Matta Centenario
11.11.11, con la curatoría de Inés Ortega- Márquez. “Conozco la obra del CA660 y en su composición y temática es muy semejan- te al cubo abierto del Thyssen, al punto que en su momento se examinó si era posible que fuese parte de la misma obra”, cuenta la curadora.
Ambas obras hacen referencia a esos personajes a los que la sociedad rechaza, pero que son esenciales para provocar cambios. Matta pone como ejemplo a Marat de la Revolución Francesa o Trotsky de la Revolución Rusa, y quién sabe si él mismo se sentía parte de esa cofradía de revolucionarios.
Los años 60 son justamente los más políticos de Matta. En 1962 viene por tres meses a Chile e inicia un mural de 12 metros de largo en la Universidad Técnica del Estado que concluye una década después. En 1963, es invitado por Casa de las Américas a Cuba y pinta dos murales, Han tomado
las estrellas y Cuba es la capital.
Vuelve en 1968 y pronuncia su famoso discurso en La Habana,
La guerrilla interior, donde afirma que la revolución nace en el interior de cada individuo.
A inicios de los 70 también hizo varios viajes a Chile, sería su periodo más cercano al país: trabajó con la Brigada Ramona Parra, hizo obras especiales para el Museo de Bellas Artes, mientras su director Nemesio Antúnez construía la Sala Matta, y donó obras en apoyo al gobierno de Salvador Allende. Tras el Golpe de Estado, el artista nunca más regresó a Chile, ni siquiera cuando en 1992 le otorgaron el Premio Nacional de Arte. Afortunamente quedan sus obras.