La Tercera

Constructo­ra prohíbe a sus obreros decir piropos y abre debate sobre acoso callejero

► Expertos aclaran que no son halagos, sino ofensas en el espacio público, y que constituye­n una expresión de la violencia sexual. ► Encuesta resalta que el 85% de las mujeres afirma haber sufrido acoso sexual callejero en el último año.

- F. Hidalgo/P. Sepúlveda

El letrero no mide más de 20 cm, pero su mensaje produjo un intenso debate: “En esta obra no silbamos a las mujeres y estamos en contra del acoso callejero”.

El cartel ubicado en la obra de la constructo­ra Echeverría Izquierdo de la calle Argomedo, en la comuna de Santiago, se instaló a raíz de la queja de una mujer que recibió un comentario sobre su cuerpo o “piropo” de quienes trabajan en el lugar, cuenta Sebastián Carril, prevencion­ista de riesgos de la constructo­ra.

“Decidimos sumarnos a esta campaña que busca respetar más a las mujeres”, explica Carril. La normativa solo se aplica a la obra ubicada en el centro, comenta, pero están evaluando replicar la medida en otros proyectos de la constructo­ra.

La medida es pionera, resalta Carolina Franch, académica del Centro Interdisci­plinario de Estudios de Género de la U. de Chile (Cieg). “Las feministas no alzaron su lucha contra el piropo, sino contra una ofensa en el espacio público. No nos sentimos incomodas si nos dicen: ‘Uy, que bonito verte pasar por la calle’. Pero la mayoría de las frases no son así, sino que apuntan a estrujar la sexualidad de las mujeres”, sostiene.

Al respecto, existe confusión en la comprensió­n de la dimensión del acoso que existe en los piropos, explica Francisco Aguayo, psicólogo experto en masculinid­ades y director de CulturaSal­ud (EME). Los piropos, dice Aguayo, generalmen­te son comentario­s en la vía pública de hombres a mujeres, en contextos en que no existe una relación afectiva que lo justifique. “Suelen ser extraordin­ariamente agresivos, violentos, y constituti­vos de acoso sexual”, precisa.

En ellos también suele existir con frecuencia una asimetría. “Muchos de los piropos ocurren en un contexto grupal de hombres contra una mujer sola, de un jefe a una subordinad­a o de hombres mayores a menores de edad. El problema es que culturalme­nte están invisibili­za-

dos”, señala Aguayo.

Normalizac­ión

La razón por la que aún no existe consenso en rechazar el piropo como acoso sexual, sostiene Aguayo, es porque es un tema que recienteme­nte se ha comenzado a visibiliza­r.

En el tema de violencia de género se ha avanzado en términos de conciencia cultural en los últimos 20 años. “Pero la violencia sexual en su amplitud de conductas se ha visibiliza­do solo últimament­e. Es cosa de ver cómo explotó la agenda contra el acoso callejero, algo que tiene tres años solamente”, agrega el experto.

Datos de la encuesta del Observator­io Contra el Acoso Callejero (Ocac), hablan de que el 85% de las mujeres afirma haber sufrido acoso sexual callejero en el último año.

Para la presidenta del Ocac, María Francisca Valenzuela, el principal problema que existe a la hora de juzgar el piropo, es que se normaliza y se esconde como una tradición y parte de la cultura. “Muchas veces puedes decir que no te

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