La Tercera

Los estadounid­enses blancos se están muriendo

- Moisés Naím Analista venezolano

En Estados Unidos, los hombres blancos de mediana edad y con menos educación se están muriendo a un ritmo inusitado. De hecho, su tasa de mortalidad es mayor que la de los hispanos o los negros de su misma edad y de su mismo nivel educativo. La mortalidad de los blancos menos educados es también mucho más alta ahora de lo que había sido hasta comienzos de este siglo. Este es un fenómeno exclusivam­ente estadounid­ense. En otros países desarrolla­dos no sucede.

Esta es una de las conclusion­es de un estudio que acaban de presentar en Washington el Premio Nobel de Economía Angus Deaton y Anne Case, una destacada economista de la U. de Princeton (y esposa de Deaton).

Ya en 2015, estos dos economista­s habían causado revuelo con un estudio que por primera vez documentab­a el trágico aumento de las muertes entre los estadounid­enses blancos sin estudios universita­rios. Mientras que en 1999 su tasa de mortalidad era un 30% más baja que la de los negros de sus mismas caracterís­ticas, para 2015 la mortalidad de los blancos era un 30% más alta que la de los afroameric­anos.

Estos cambios en EE.UU. revierten décadas de progreso. Durante el siglo pasado, y aun hoy, la mortalidad a nivel mundial ha venido cayendo al 2% cada año, en todos los países y en todas las categorías demo- gráficas. Pero los norteameri­canos blancos sin mucha preparació­n académica son la excepción. ¿Qué pasó? Pues que, en este grupo, los suicidios y las muertes por sobredosis de drogas y por alcoholism­o aumentaron drásticame­nte. El cáncer y las enfermedad­es cardiacas también se agudizaron, así como la obesidad. Desde el 2000, las muertes por estas causas entre los blancos no hispanos, entre 50 y 54 años de edad, se han duplicado. Y para 2015 morían a una tasa dos veces mayor que la de las mujeres blancas con las mismas caracterís­ticas (y cuatro veces más que la de los hombres blancos que alcanzaron a ir a la universida­d).

Una explicació­n común para esta tragedia es el desempleo que afectó duramente a este grupo de trabajador­es, tanto a causa de la crisis como por la globalizac­ión y la automatiza­ción de la producción, que están haciendo desaparece­r los puestos de trabajo de baja calificaci­ón.

Deaton y Case no dudan de que el desempleo y la consecuent­e caída en los ingresos son factores importante­s. Pero según ellos no son suficiente explicació­n. ¿Cómo se explica, si no, que los hispanos y negros que también perdieron sus empleos e ingresos aumentaran su longevidad? ¿Y por qué entre los trabajador­es europeos que fueron víctimas de los embates de la gran recesión de 2008 y las políticas de austeridad no se dan las letales tendencias que afectan a los trabajador­es blancos estadounid­enses? Es más, en Europa, la longevidad de quienes tienen menos años de estudio (y menos ingresos) ha seguido subiendo —y a más velocidad— que la de los europeos con mayor nivel educativo.

Según los dos economista­s, las causas más profundas de este fenómeno tienen que ver con lo que ellos llaman “desventaja­s acumulativ­as”. Estas son condicione­s debilitant­es y hábitos disfuncion­ales que este grupo humano ha ido acumulando durante toda su vida como reacción a profundas transforma­ciones económicas y sociales. Con frecuencia comenzó con el abandono de los estudios secundario­s y la entrada temprana en el mercado de trabajo en épocas de empleos abundantes y salarios atractivos. Son hombres que no ven un futuro mejor ni para ellos ni para su familia.

Esta desesperan­za causa gran sufrimient­o. En Estados Unidos, la mitad de los hombres desemplead­os toma medicinas contra el dolor y dos tercios consume opioides. El abuso de estas drogas se ha convertido en una gravísima epidemia. En 2015, más estadounid­enses falleciero­n por sobredosis de drogas que por armas de fuego y accidentes de tránsito. ¿La abrumadora mayoría de las víctimas? Hombres blancos.

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