La Tercera

La hermandad de los Riveros

► Bárbara ganó la fecha del circuito mundial XTerra en Chile. ► Tuvo que apoyar a su hermano, Gaspar, quien casi abandona.

- Nacho Leal

Cuando Bárbara Riveros se acerca a la zona de transición, la gente hace “¡eeehhh!”. Toman sus celulares y enfocan sus lentes para grabar y fotografia­r los 20 segundos que, aproximada­mente, demora la triatleta en dejar estacionad­a su bicicleta de montaña, tomar una pequeña botella de agua y salir al trote. Le gritan cosas como “¡vamos, máquina!”, o “¡tu puedes, chica!”, para expresar la admiración que sienten por ella. Ella se mueve como de memoria y arranca.

Su madre, María Eliana, se coloca nerviosa, se toma las manos y mira preocupada al fondo del circuito. No dice nada, no exclama ni grita, pero se le nota impaciente, como buscando respuestas. Bárbara se larga a correr y pareciera que ella no lo nota; sigue ensimismad­a en su aparente preocupaci­ón. 15 minutos después se relaja. Llega Gaspar, su hijo menor, molesto por el retraso. Nadie exclama. Nadie grita. Pero ella se conforta un poco, porque es su retoño y sigue en competenci­a.

Más tarde, cuando Bárbara cruce la meta en 2 horas, 43 minutos y 43 segundos, y se quede con un nuevo oro, en la primera fecha en Chile del circuito mundial XTerra, ella seguirá preocupada porque aún no sabrá de la suerte de su hijo menor.

Casi dos horas antes, mientras los dos pedaleaban cerro arriba, Bárbara alcanzó a su hermano, que venía muy retrasado. Un problema en el pasador de los cambios de la bicicleta lo hizo perder más de 10 minutos, ofuscándol­o por no poder mantener el puesto de avanzada que consiguió tras la natación. En el ciclismo, tuvo que correr la mitad de la competenci­a ocupando una sola velocidad, condiciona­ndo su carrera.

Chicka se extrañó por verlo tan atrás. Trató de ayudarlo. Lo arrastró a su ritmo de carrera lo que más pudo, pero no aguantó mucho. Lo instó a adelantarl­a, pero él no lo consiguió. Con un sólo cambio era imposible. “¿Estai’ bien?”, preguntó, cuando los dos entraban a una bajada. “No, ándate no más”, le dijo resignado.

Por eso, cuando el menor del clan cruzó la meta, Bárbara, que ya había posado para las fotos de rigor, comentado lo difícil de la carrera a la prensa y saludado a la estadounid­ense Suzanne Snyder (a quien superó por más de 12 minutos), segunda de la prueba, no encontró mejor forma de celebrar la hazaña que arrojándol­e tres litros de cerveza directo a la espalda. Una broma, como muchas que hizo el par hasta antes que Bárbara emigrase a Australia.

Luego, en medio de los masajes descontrac­turantes, Gaspar confesará que en realidad su carrera fue realmente malísima. Que el problema mecánico casi lo saca de competenci­a, que incluso pensó en renunciar, pero que algo lo motivó a seguir. “Fue difícil. Puse el pasador y se me salió, lo volví a hacer y de nuevo se me salió. Iba a la mitad de la carrera y tuve que terminar con un sólo cambio, entonces, cuando tuve que correr, lo hice con lo poco (de energía) que me quedaba”.

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